Homo sapiens

Emilio R. Pérez DESDE EL ALTO

LUGO

14 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A mí me habría gustado haber nacido marsupial. Canguro, digamos. Esto es, salir del útero a una bolsa y no directamente al mundo hostil de ahí fuera. Sí, sería genial. Desplazarme a saltos en transporte silencioso, gratuito y ecológico, tan feliz y calentito en mi bolsita, con pensión completa y mirador con vistas. Un lujazo. Eso de crecer, no obstante, sería un problema serio. Sí, crecer es un auténtico coñazo. Lástima. Un Macropus Giganteus, por ejemplo, llega a los 60 kgs. y eso es mucho. Natural. Porque claro, siempre ahí dentro, dale que te pego al mamandurrio sin pegar hachazo, sin bajar a hacer deporte y succionando leche de canguro por un tubo, pues como que no. Te agarras unas lorzas del copón, te desparramas y echas fuera de la bolsa y le endosas a mamá dos hernias del tamaño de un camión. Vaya por Dios. Aunque mi etapa de cachorro no iba a ser tan placentera, también habría podido resultar interesante haber nacido halcón, caballo o tigre de Bengala. Sí, estaría bien. Son animales que me molan, fascinantes… Pero no, de eso nada, fui a nacer humano, Homo Sapiens; esa especie inteligente que por simple condición evolutiva rige este planeta y lo conduce hacia el desastre. Ya ven. Y encima inventa cosas con que alimentar su empalagoso ego, y como un fatuo bufón se vanagloria envuelto en baba ante un espejo. Patético. Y aquí me tienen, asomado como un memo a mi ventana cada jueves, compartiendo con ustedes mi selecta condición de hijo de Dios. Valiente fanfarrón. De haber nacido marsupial quizá al Edén le hubiera ido mejor. Con lo bien que estabas allí dentro, necio, qué se te perdió fuera del útero materno.