Tenemos el dudoso honor este año, de ser la provincia con menor índice de natalidad de España; esto es, el número de partos de las lucenses por unidad de tiempo tiende a cero. El desplome este semestre fue brutal. Lo mejor que puede hacerse para hacernos una idea del problema, es compararlo con una gran empresa y ver la gráfica que en su despacho tiene el jefe. Porque si representamos la función en un sistema de coordenadas y la vemos frente a frente, nos da el telele. Yo lo he hecho, y al ver la curva con tendencia al suelo, ya les digo, casi me da un infarto.
Siempre sostuve que lo más grandioso que aporta en esta vida el ser humano, es traer hijos al mundo. Pero claro, eso al parecer está reñido con el desarrollo y el progreso, de ahí las diferencias tan notables al respecto entre el primero y el tercero. Si de aquí a unos siglos se consigue que el total del mundo sea primero, por mucho que se esmeren hindúes y chinos ya no habrá problemas de súper población; así es que por entonces, o importamos de ahí por fuera -migraciones intergalácticas (MI), se entiende- o, como vaticinaron los profetas, nos extinguiremos. Claro que si eso sucede, aquí algo falla: si el Apocalipsis dice que habrá un juicio llegado el día… ¿a quién se juzga?, ¿a los muertos que resucitan? Y si así fuera, ¿cuántos miles de millones habrán muerto hasta ese día? ¿Cabremos todos para el macro juicio? ¿Habrá amnistías?... Buá, cómo me mola esto, tío.
A pesar de que a lo largo del relato, poco a poco he ido divagando un poco, no me digan que este tema no resulta fascinante. Me pongo en mi ventana aquí en el alto a estudiarlo de inmediato.