Llega el segundo grupo de refugiados a Monterroso: «No queremos ir a Francia, queremos quedarnos aquí»
LUGO
Ya son 120 los inmigrantes de Mali, Guinea y Mauritania acogidos en el hotel Río Ulla
02 oct 2024 . Actualizado a las 10:56 h.Después de un duro viaje desde Mérida, lo único que pedían los cien refugiados que llegaron el jueves a Monterroso era una cama en la que acostarse y comida. Bajaron del autobús cansados, con sus pertenencias a cuestas, mirando curiosos su nuevo hogar y saludando felices a los que durante un tiempo serán sus vecinos. A su llegada al hotel, se limitaron a identificarse y a cenar, sabiendo que al día siguiente comenzaba su vida en un sitio desconocido para ellos pero que ya sabían que sería acogedor. Así lo demostraron quienes se acercaron a darles la bienvenida.
Un día después de su llegada, las caras de los refugiados ya eran otras. Este viernes por la tarde se mostraban sonrientes y aliviados, conscientes de que, si ellos quieren, no tendrán que hacer más viajes. Como todavía no tenían ninguna actividad programada, como clases de español o cursos formativos, aprovecharon el día para pasear por Monterroso y para conocerse mejor entre ellos. Su primer encuentro fue en Mérida. También recibieron a los otros 20 inmigrantes que los acompañarán en la acogida en el hotel Río Ulla, que llegaban desde otro centro de Madrid. La diferencia entre ellos era palpable: unos, relajados; los otros, agotados tras el viaje.
A las puertas de su nueva casa, charlaban, fumaban y se reían. Algunos también se quejaban de la temperatura: «Hace mucho frío aquí, en Mérida hacía mucho calor». Una mayoría de ellos no hablan español, pero hay algunos que se defienden en el idioma lo suficiente como para asegurar que su deseo es asentarse en Monterroso. «No queremos ir a Francia, nos gustaría quedarnos aquí por lo bien que nos tratan», decía uno de ellos. Todos coinciden en mostrarse agradecidos por la cálida acogida desde su llegada.
Los hay que proceden de Mauritania, otros de Guinea, y en su mayoría, de Mali. Insisten en su deseo de aprender cuanto antes el idioma. «Quiero hablar español igual que francés», decía Mamadou, un joven refugiado de Guinea que no se separa de su diccionario. Porque saben de la necesidad de dominar la lengua para poder trabajar. No les importa ni dónde ni cómo, pero cuentan que quieren hacerlo cuanto antes. Alguno trabajaba como fontanero en su país, otros como comerciantes e incluso un joven de Mauritania contaba que él era cámara. Enseñaba imágenes en su móvil y repetía que le encantaría hacer este trabajo aquí.
Al punto de caer la tarde, regresaban a sus habitaciones, y desde allí aprovechaban para asomarse a sus ventanas y demostrar, una vez más, que tienen ganas de hablar. De saber y de integrarse.
A muchos vecinos de Monterroso, un municipio de apenas 3.300 vecinos, les ilusiona la llegada de los 120 refugiados. Lo demostraron cuando se acercaron al hotel para recibirlos. Uno de ellos, Jesús, habla de la emigración de los gallegos como una de las razones por las que «deberiamos poñernos na pel desta xente». Y una mujer que lo acompaña dice que parecen buenos chicos. Los dos coinciden en lo importante que es acoger y ayudar en la medida de los posible a los refugiados. Y saludarlos, porque hasta esa muestra de cariño agradecen.