Conchy toma el relevo con Laura de la clínica donde decidió ser veterinaria

María Cedrón REDACCIÓN

LUGO

Óscar Cela

Hace 30 años llevó a su perra y le dijo al dueño que de mayor sería como él

02 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Un día de 1995, poco después de abrir su clínica veterinaria en la Ronda del Carmen, José Fariñas, Pepe, recibió a una pequeña paciente. Era Dona, una cachorra de pastor alemán. Acompañando a la perra venía una niña de nueve años que quiso ir con su padre para ver cómo vacunaban a la que sería su primera compañera canina. La pequeña se llamaba Conchy Neira y aquel mismo día, antes de salir, le dijo a Pepe que ella, de mayor, sería veterinaria. Treinta años después no solo lo ha logrado. Es también la persona que, junto a Laura Mosquera, tomará el relevo a Pepe en Atos, el que fue en su día el cuarto centro veterinario inaugurado en Lugo. Porque en aquella época, como recuerda este profesional, no había hospitales veterinarios en la ciudad — ahora hay tres— y mucho menos había clínicas en otros ayuntamientos cercanos como Friol. «A Lugo venía gente de toda la provincia», recuerda Pepe.

Él es uno de los alumnos de la tercera promoción de la Facultad de Veterinaria, una institución que abrió sus puertas en 1984 en un edificio que se erigía entonces en medio de unos prados sobre los que después se levantarían barrios como Campos Novos e Augas Férreas, impulsados antes del estallido de la burbuja inmobiliaria en el 2008.

Y del mismo modo que ha cambiado la fisonomía de la ciudad y ha aumentado su número de habitantes [de los 90.000 vecinos registrados a mediados de la década de los noventa, el año pasado contabilizaba 99.482, según el Instituto Galego de Estatística (IGE)], también ha crecido el número de animales de compañía censados. Solo perros son 24.980, según los datos que maneja la Consellería de Medio Ambiente. Pero desde el primer día en el que Conchy entró por la puerta del local de Pepe hasta ahora, que se prepara para inaugurar —el jueves— la renovada clínica Atos, ha mudado el modo de entender la veterinaria y los servicios a pequeños animales.

«Cambió a todos los niveles. No solo a nivel clínico, también a social. Antes cuando le ponías una escayola a un perro era algo que se veía muy raro. Ahora se les ponen placas, clavos.... Entonces los animales venían en el último momento; ahora se hace mucha medicina de prevención», explica Pepe. Y lo corroboran Conchy y Laura, que se conocieron trabajando juntas durante unos dos años en otra clínica y un día decidieron emprender.

«Puede que este no sea el mejor momento —dice Conchy— por las restricciones que nos están poniendo a los veterinarios normativas como la ley que no nos permite prescribir los medicamentos que, como veterinarios acreditados, creemos más convenientes para un animal, pero pese a la restricción normativa no nos hemos echado atrás a la hora de abrir nuestra propia clínica».

Su aval: su amor por lo que hacen y por desarrollar una aventura que emprenden en un terreno conocido: «No dejé de tener relación con Pepe desde aquel primer día que entré en su clínica. De hecho, hice las prácticas aquí», cuenta Conchy. Por eso, cuando ella y Laura decidieron independizarse profesionalmente, hablaron con él para comentarle la opción de darle el relevo. Cuando llegó el momento, él accedió. Confiesa «no haber cogido una semana de vacaciones en treinta años, pero ahora las voy a coger todas juntas». Ellas dan fe: «Hasta los domingos atendía guardias y urgencias».

Lo suyo no es una jubilación, es un punto y aparte en una carrera en la que Laura y Conchy le cogen el testigo. No solo ofrecerán los servicios que lleva dando a sus clientes desde 1995: «Hay radiología, ecografía, medicina interna, cirugía, traumatología.... aunque en esta última especialidad vendrá a la clínica un equipo externo». El jueves día 6 ellas pasarán a ser las segundas personas en gestionar esta veterana clínica. Y tal vez alguien pase uno de estos días por su renovada consulta para decirles que de mayor quiere ser veterinario.