
















El Arde Lucus se apoderó de las calles de la ciudad en el segundo día de celebración
14 jun 2025 . Actualizado a las 11:32 h.Pasear por Lugo estos días tiene un punto distópico. Mientras te tomas tan alegremente un café en San Marcos, puedes toparte con cuatro soldados pretorianos a ritmo de tambor cruzando la calle. Es lo que tiene vivir cuatro días en Lucus Augusti.
Tras los fastos iniciales, este viernes comenzó la fiesta en la calle. A paso de gaitas y panderetas, la comitiva oficial inauguró el mercado de la Praza Maior y la Castra, ese particular campamento de tribus y legiones bajo el manto de los árboles del Parque de Rosalía en el que lo mismo te enseñan a tallar que a luchar.
Fue allí donde el druida castrexo —como antes hicieron los romanos— invocó al dios Lugh, el dios sol, evocando a los espíritus de los que se fueron y reivindicando que, más allá de escaramuzas y duelos, el verdadero sentido del Arde Lucus «é o encontro entre romanos e castrexos».
Con maña y sin necesidad de fuerza, los galaicos demostraron cómo se encendía el fuego en la antigüedad, mostraron la vida cotidiana de las tribus locales o cómo se teñían los tejidos con pigmentos naturales. Cada uno de los campamentos de las 19 asociaciones de recreación histórica tiene su propio relato y cuenta una pequeña parte de ese pasado digno de conocer.
Los juegos de la palestra, los gladiadores o los espectáculos de calle animaron una jornada bulliciosa que ya anticipó lo que está por venir: plazas llenas, buen ambiente, vida en las terrazas, escudos, espadas, pieles y túnicas. Y todo, bajo el ojo permanente de los móviles de los ciudadanos. Porque no hay desfile ni espectáculo que no sea retratado o grabado por cientos de dispositivos. Una concesión al siglo XXI en una ciudad que viaja dos mil años atrás.