Fumando

ANTÓN GRANDE

LUGO

14 jun 2025 . Actualizado a las 18:49 h.

Fumar es un placer, cantaba Sara Montiel en la película El último cuplé y aunque hoy fumar sea de apestados y marginados, la cosa de la fumeta viene de lejos. En el Museo Provincial de Lugo se conservan en una vitrina unos cigarrillos primitivos, empleados por algunas tribus americanas, con la hoja enrollada sobre sí misma, traídos en alguno de los viajes de los colonizadores españoles.

Desde entonces han pasado siglos y el tabaco se convirtió en algo presencial en todas las sociedades. Recuerdo cómo en el colegio algunos de los profesores eran buenos fumadores en las propias aulas y ya no digamos en la universidad, en donde alumnos y profesores lo hacíamos mientras tenían lugar las clases. Precisamente en primero de carrera me hice fumador. Creo que era de los pocos de la clase que no fumaba y como entre mi prima Ana, Teté y los demás me envolvían en humo, decidí comprarme una pipa y fumar yo también, actividad en la que aún persisto, aunque tampoco desprecio un buen puro habano.

Las leyes antitabaquismo han ido a más y ahora cada día se pone más difícil fumarse una buena pipa. De momento, me venía situando en la terraza de una cafetería próxima y allí me solazaba acompañado de una cerveza. Pero este disfrute parece que tiene los días contados porque ya anuncian nuevas leyes que prohíban fumara en terrazas, playas, parques y lugares públicos.

Puestas las cosas así, habrá que hacer peña con otros aficionados a este placer que causa la muerte, como la contaminación, los aditivos en los alimentos, etc. y como solución, comprarse una finca-fumadero situada en el monte. O esto, o dejar de fumar.