«Desde que morreu a miña muller deixáronme totalmente abandonado»

Lucía Blanco
lucía blanco PARADELA / LA VOZ

PARADELA

Ramiro, que tiene reconocido un 33 % de discapacidad, vive solo en una aldea de Paradela.
Ramiro, que tiene reconocido un 33 % de discapacidad, vive solo en una aldea de Paradela. ALBERTO LÓPEZ

Ramiro López ejemplifica los problemas en pequeños concellos para dar servicios de ayuda en el hogar a dependientes

13 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Ramiro López se despidió de su esposa en febrero después de 65 años casados. Los últimos años los pasó desviviéndose por Sara, totalmente dependiente desde una operación cerebral en el 2015 que la dejó postrada en una cama. Ella era usuaria del servicio de axuda do fogar (SAF), prestación que él también tiene concedida. «Non reclamo nada que non sexa meu. Pido que me dean as horas que me pertencen, e non o fan. Eu non teño quen me faga un prato de comida quente, téñenme tirado coma se fose unha cabicha», cuenta.

Ramiro, que cumplirá 90 años, vive en Bacorelle, en el municipio lucense de Paradela. Trabajó durante toda su vida en la Citroën de Vigo, pero se jubiló antes de tiempo por problemas en la columna. Además, tiene concedido un 33 % de discapacidad. «Mentres viviu Sara, viña unha muller á mañá e outra pola tarde para axudar a deitala. Coideina ata que morreu. Era moi triste, había que estarlle botando a comida cunha xiringa e non a daba tragado. Pero, desde que faleceu, deixáronme totalmente abandonado», cuenta.

Soledad no deseada

Asegura que presentó varios escritos al Concello sobre su situación: «Chócame que me din que hai outros casos que están peor ca min. Pero os que o están, están no cemiterio. Poden estar mal de sentido e non ter ben a cabeza, e eu téñoa, pero igual teñen quen lles goberne a casa, contan cun irmán ou unha cuñada que os coide, e eu non teño a ninguén».

En su día a día intenta moverse un poco, siempre ayudado por su bastón, «xa que, se non, aínda é peor». «Non podo andar ben porque me doen os xeonllos. É o que máis me molesta, é desgaste e non hai que facerlle. Ás veces, téñome caído e, para poderme levantar, véxome negro», relata entre lágrimas.

Prepara las comidas y hace las tareas domésticas como puede. «A roupa métoa na lavadora, porque me explicaron como facer, e para comer vou apañando malamente. Cozo unhas pataquiñas e abro unha lata de sardiñas e así vou tirando», cuenta. Pero, más allá de una ayuda con la comida o la limpieza, echa en falta un poco de compañía. Porque el hombre se pasa los días completamente solo, casi sin cruzar palabra con nadie o sin ver una cara amiga: «Aquí non vive ninguén, hai catro casas, pero son moi fortes e teñen moito traballo. Que vas pedir, se aínda non dan feito deles...?». Por ejemplo, en invierno, tiene que llamar a alguien para que le ayude a acarretar la leña. «Teño que estar case pedindo esmola», lamenta.

Le corresponden 37 horas mensuales del servizo de axuda no fogar. Se trata de un recurso que financia la Xunta, que concede ciertas horas a cada municipio, que puede encargarse directamente o delegarlo en una concesión privada.

En el caso de Paradela, hay tres trabajadoras municipales para las prestaciones más básicas y, además, tiene adjudicado el servicio a una empresa, que acaba de empezar, pues antes era otra compañía la que se encargaba. Conceder esta ayuda depende del grado de dependencia y de un baremo que determinan desde Política Social. Ramiro tiene reconocido el grado 1.

Lista de espera

La alcaldesa de Paradela, la popular Montserrat Mulet, explica que en el municipio hay usuarios con una puntuación mayor y que están por delante en la lista que hace la Administración autonómica. «Se le propusieron otras alternativas. Por ejemplo, hay gente que prefiere que se le de la prestación económica y renuncian a la lista de espera, pero él quiere seguir en ella, y seguirá hasta que la lista de la Consellería vaya subiendo y vayan quedando horas libres», dice.