Ya dejó de ser un invento de un entrenador atrevido, ya no se entiende como una combinación del azar, ya no tiene pinta de que la casualidad disfrazada de benevolencia le dieran a Castrín siete convocatorias en las primeras siete jornadas de primera división, es decir fútbol profesional. Además, en un club como el Sevilla FC, entidad con dilatada experiencia, historia y títulos tanto nacionales como internacionales. En dichas jornadas Andrés Castrín participó en más de la mitad de los minutos que su equipo disputó.
Una competición mediática en la que convive este chaval de Riotorto con nombres tan singulares como Mbappé, Pedri, Lamine Yamal, Griezman, Nico Williams o Iago Aspas. Nombres que no solo vemos en la televisión, también vemos sus nombres en las innumerables camisetas serigrafiadas que portan nuestros jóvenes
diariamente en la Plaza Mayor de Lugo, en la Milagrosa, la Plaza Mayor de Viveiro o la Plaza de la Compañía de Monforte por poner algún ejemplo. Nuestro vecino de Riotorto compite con ellos, y lo hace por su empeño desmedido, por su exquisita educación en valores y por una continua ansia de superación.
Permanecer en ese escaparate no es gratis, diría que es muy costoso. Pero aquí no interviene el vil metal. Ni con criptomonedas, ni con petrodólares se puede comprar ese protagonismo. Solo es posible con una mezcla de pasión, energía, talento, confianza, esfuerzo, sacrificio y toneladas de humildad. Todas estas capacidades que Andrés tiene en cantidades
industriales. Seamos justos, este chaval de Riotorto es un exponente perfecto de los valores que todos queremos poseer. Es un ejemplo para los jóvenes que tienen un ideal, una meta. Él es el modelo adecuado para animarlos a soñar en grande, para estimularles en su preparación, para esforzarse en su desarrollo, para no dejar nada al azar y para tener la seguridad de estar en el camino correcto.
Su reto ahora es mantenerse todo lo posible en ese mágico lugar, sin embargo, es consciente que eso solo está al alcance de los elegidos. Vive su profesión con responsabilidad y con una exquisita dedicación. Sin duda se merece lo que está viviendo como lo merecen todos nuestros jóvenes que con idéntico compromiso, sensatez y madurez buscan su lugar, su espacio, con gran determinación y decisión.
Ignoro lo que le deparará el futuro, nadie lo puede saber, pero lo que estoy seguro es que va a seguir en su intento de consolidarse, de mantenerse en ese exclusivo lugar porque está entrenado para superar adversidades y sabe de la dificultad. La vida no siempre sonríe, pero ahora está feliz y hace felices a muchas personas, especialmente las más cercanas, pero también las más alejadas y que valoran lo tortuoso del camino, lo sinuoso de la travesía y de lo importante que es perseguir el sueño que nos acompaña cada día. Luchar por él pese a las dificultades es opcional, Andrés no tiene dudas.