«Black Friday»: Los regalos de Navidad se compran «online»

María Viñas Sanmartín
María Viñas REDACCIÓN / LA VOZ

MERCADOS

Kamil Krzaczynski

No hay colas ni aglomeraciones, y los descuentos alcanzan hasta el 70 % del precio original. Pero, ¿a qué se debe esta reciente afición por tirar los precios el último viernes de noviembre?

20 nov 2017 . Actualizado a las 11:42 h.

Hace no demasiado, dos únicas fechas en el calendario -el 7 de enero y el 1 de julio- podían presumir de abarrotar establecimientos comerciales hasta la asfixia. Hoy, el pistoletazo de salida de las rebajas -aquellas maratonianas jornadas de compras de colas infinitas, empujones y tarjetas de crédito secas al cierre- no solo se ha despojado de tal ritual del folclore consumista, sino que sus días dentro de un círculo rojo en el almanaque penden de un frágil hilo. Culpa de la adaptación al medio, de la selección natural, de la aparición de la competencia...

Los formatos de descuentos de otras culturas ya han cruzado los Pirineos y han llegado, caiga quien caiga por el camino, con la intención de quedarse. La semana pasada se celebró el Día del Soltero, una oda china al consumismo que este año alcanzó récord de ventas virtuales, y el lunes 27 los servidores de Internet de todo el mundo prometen echar humo con las cybergangas del Cybermonday. Siempre y cuando quede algo que poder echarse al carrito. Porque tres días antes, el viernes 24, las marcas españolas tirarán sus precios en una nueva edición del Black Friday. Confían en volver a batir este año todos los récords. Su previsión de ventas supera, según un informe del portal Black-Friday.sale, los 1.375 millones, un 9 % más que en la anterior edición.

Hace no demasiado, un viernes negro era de todo menos 24 horas de saldos. Hoy, la generosidad de las marcas trasciende incluso al friday que da nombre a la cita, extendiéndose a las jornadas colindantes y anticipándose, en algunos casos, más de una semana -Amazon dio el pistoletazo de salida el domingo pasado, con doce días de adelanto-. ¿A qué responde que sea un viernes el día escogido? ¿A qué se debe que sea justo este, último de noviembre? ¿Y por qué se tiñe de negro cuando debería ser, tanto para el que vende como para el que compra, un día de optimista alboroto?

Hace no demasiado, correteó por las redes sociales la imagen de unos esclavos negros que advertían de que el Black Friday tenía su semilla en el mercado de prisioneros del siglo XIX. La llamada de atención, compartida masivamente, argumentaba que después de Acción de Gracias los comerciantes de personas vendían a precios rebajados a los individuos que todavía no tenían dueño. De ahí el black. Hoy sabemos que tal afirmación no es más que un bulo, que los orígenes de la frenética jornada de compras nada tiene que ver con la esclavitud y que lo único cierto que hay en la historia es su vinculación con la fiesta nacional norteamericana. Conviven, sin embargo, dos teorías sobre los orígenes del viernes negro: una lo sitúa en 1961 y la otra, en un momento indeterminado, años después. Lo ubica la primera en Filadelfia y le otorga a la policía la autoría del término, que se refería como tal a la jornada posterior a Acción de Gracias por la cantidad de gente y tráfico que tomaba las calles. Asegura la segunda explicación que la denominación se debe, sin embargo, a las cuentas de los negocios y a su cambio de color -de números rojos a negros- gracias al superávit.

Hace no demasiado tiempo que el Black Friday llegó a España, pero desde mediados de los setenta, el día que sucede al cuarto jueves de noviembre en EE.UU. -cenas familiares, pavo relleno, salsa de arándanos dulces- da el pistoletazo de salida a la temporada de compras navideñas. Porque si para algo es un filón esta semana es para liquidar pronto y sin dejarse un riñón en ello los regalos de las próximas fiestas. Las reglas del juego han cambiado: lo de desplazarse a algún iluminado centro comercial, toquetear el género y volver a casa con el coche lleno de paquetes pasará a ser pronto una práctica minoritaria. El camino ya está abierto. El año pasado, los españoles nos gastamos de media 82,81 euros por persona. No hay colas. No hay aglomeraciones. Cada vez más marcas se suben al carro. Y los descuentos alcanzan, el algunos casos, hasta el 70 % del precio original.