La retirada de los estímulos monetarios supondrá la pérdida del principal viento de cola de la economía española; sin embargo, los analistas creen que el impacto será muy limitado por la cautela con la que se aplica y advierten: el mayor riesgo hoy en Europa no es económico, sino político
07 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.Tras casi diez años de compras masivas de activos financieros y rebajas generalizadas en los tipos de interés, para estimular el crecimiento económico y la inflación en un período de crisis galopante, los grandes bancos centrales empiezan a ver los frutos de sus políticas y, ante la creencia de que la economía está ya lo suficientemente fuerte para aguantar sin muletas, han empezado ya a desmontar las conocidas como políticas de expansión cuantitativa.
Así, desde este mismo mes, el Banco Central Europeo (BCE) recortará a la mitad la inyección de capital en los mercados. Si hasta diciembre destinó 60.000 millones mensuales a la adquisición de bonos de deuda pública y privada, en los primeros nueve meses de este año la cantidad se reducirá hasta los 30.000 millones. Mario Draghi sigue así el sendero por el que antes transitó Janet Yellen, la presidenta de la Reserva Federal estadounidense, que cerró el grifo de la compra de deuda en el 2014, empezó a subir tipos un año más tarde y desde el pasado octubre entró en la última fase de la normalización de la política monetaria, con la reducción del balance (esto es, la venta de parte de los activos adquiridos durante la fase expansiva).
Se trata de un momento crucial para la economía española, una de las que más se han beneficiado del salvavidas lanzado por el banquero italiano, que con solo una frase -aquel famoso «haré lo que tenga que hacer, y créanme, será suficiente»- consiguió alejar a los buitres que especulaban en el mercado con la muerte del euro en plena crisis de deuda en Europa. Desde entonces, las políticas aplicadas desde Fráncfort han sido, como recuerdan los analistas, uno de los grandes motores para el crecimiento en el sur de Europa. Y por eso, ante el anuncio de su retirada, surge una duda más que razonable, ¿qué efecto tendrá en la economía española el cambio de rumbo del BCE?
No hay una respuesta unánime entre los analistas consultados, aunque todos coinciden en que la prudencia mostrada por el banquero italiano -que pese a fijar una fecha provisional para la retirada de los estímulos, ha dejado claro que está dispuesto a mantenerlos más allá de septiembre si la inflación no se estabiliza en el entorno del 2 %, de acuerdo al mandato de la institución- introduce calma en los mercados.
«La retirada se está haciendo de una forma telegrafiada, con un tono acomodaticio que hace que los mercados apenas reaccionen. De hecho, no está teniendo impacto en los diferenciales soberanos», explica Víctor Echeverría, de Analistas Financieros Internacionales, que cree que las primas de riesgo en el sur de Europa podrían aumentar como mucho entre 15 o 20 puntos básicos este año, nada alarmante.
Optimista se muestra también Patricio Sánchez, profesor de Economía de la Universidade de Vigo y subdirector del Foro Económico de Galicia, que remarca que el tapering (el nombre técnico de ese desmantelamiento progresivo de las políticas de estímulo) entraba dentro de lo previsto por los mercados, y que la clave está en lo que pueda hacer el BCE con los tipos de interés, algo más sensible para una economía todavía muy endeudada como la española, que se ha beneficiado especialmente de la bajada de tipos, por la menor carga financiera que soportan las Administraciones (que pueden derivar los recursos a inversiones) y las familias (si baja la cuota de la hipoteca, hay más dinero disponible para consumir).
De hecho, según un estudio del Banco de España, el plan de estímulos del BCE -que hasta finales del año pasado había invertido 230.262 millones en comprar deuda pública española, a lo que hay que sumar los bonos de empresas privadas- aportó 1,7 puntos porcentuales al crecimiento real del PIB de España entre el 2014 y el 2016, al tiempo que contribuyó a reducir en 1,9 puntos el déficit público y generó un ahorro de en torno a un punto porcentual del PIB, unos 10.000 millones, en los intereses de la deuda.
«El mayor riesgo que tiene ahora mismo la economía europea es la política», aprecia Sánchez, que le da una especial importancia a la situación en Alemania, donde las dificultades de Merkel para formar gobierno podrían abocar a una repetición de elecciones en la locomotora de la UE.
El precio del dinero
Otra cosa, dice, es lo que pasará cuando suban los tipos de interés, que «están sostenidos artificialmente a la baja para estimular la economía». ¿Y cuándo podría ser eso? A juicio de Venancio Salcines, también profesor de Economía y miembro del Grupo Colmeiro, las primeras subidas de tipos podrían llegar a finales de este año, una opinión en la que coincide con Roberto Scholtes, director de inversiones de UBS en España. Según este, la subida llegaría primero a los tipos de depósito, en los últimos meses de este 2018, y no habría una subida generalizada del precio del dinero hasta el 2020, una vez que el sustituto de Draghi tome las riendas del BCE. Porque el italiano ya ha dejado claro que, bajo su mandato, el dinero seguirá barato.
Salcines entiende cree que la subida de tipos se traducirá en un aumento del coste de los créditos, pero no ve una subida de los intereses a los que se remunera el ahorro (porque este está controlado por un puñado de grandes bancos, mientras que son muchas más las entidades que ofrecen financiación), lo que unido a la estabilización de la inflación en el entorno del 2 % produciría un cambio de mentalidad en los ahorradores, que tomarían conciencia de que su dinero pierde valor en el banco, por lo que movilizarán parte de esas reservas para dedicarlas al consumo, con la expectativa de obtener una mayor rentabilidad: «Nos encontraremos con el nacimiento de una demanda especulativa, que va a estimular mucho el mercado de la vivienda y generará más empleo».
Por eso, en el caso de Galicia, Salcines promueve la creación de polígonos forestales para que ese ahorro que se va a derivar hacia inversiones encuentre un destino atractivo en la comunidad.
momento oportuno
«Esta política no se puede mantener ya durante mucho tiempo, no da más de sí», explica Xosé Carlos Arias, catedrático de Economía de la Universidade de Vigo, que no duda sin embargo en calificar de «bendición» el salvavidas lanzado por el Banco Central Europeo en el 2015, sobre todo para un país como España, que además de su abultada deuda afrontaba entonces la digestión del proceso de reforma financiera. Pero, pasados los años, cree que la retirada es el paso lógico y que, si se hace de forma gradual, como apuntan desde Fráncfort, tendrá un impacto limitado, aunque hay que tener claro que «se perderá el principal viento de cola de la economía española, más importante que los bajos precios de la energía».
Y aunque cree que, pasada la fase del «estrangulamiento financiero», la subida de tipos de interés se encajaría sin muchos sobresaltos, Arias recuerda que la economía española sigue estando fuertemente endeudada. Por eso, aunque el coste de la deuda baje, «el desapalancamiento es una obligación, porque una economía con una tasa de endeudamiento superior al 200 % del PIB tiene una restricción al crecimiento y, si no lo haces por las buenas, a largo plazo lo acabas haciendo por las malas».
La última palabra, como siempre, la tendrá Mario Draghi.