Si se evalúa la composición de la estructura productiva de la comunidad entre el 2014 y el 2021 se constata que apenas se han registrado cambios notables: los períodos poscrisis y la fases de recuperación no se han utilizado para mejorar los niveles de resiliencia, ni para fortalecer nuestras ventajas por medio de incorporaciones tecnológicas, y tampoco para progresar en los índices de productividad y de eficiencia empresarial; quizá nos falte una idea clave de la misión a conseguir
05 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Se suele decir, imitado la escena de la película El Gatopardo dirigida por Luchino Visconti, «que todo cambie, para que todo siga igual»; gran paradoja que escribió Giuseppe Lampedusa y que se recogió en la célebre película. Viene a cuento esta frase cuando examinamos la evolución o transformación de la economía de Galicia en los últimos años, concretamente en la fase que va del 2014 al 2021.
No cabe duda que la crisis del 2008, la denominada Gran Recesión, supuso un duro golpe a la economía internacional, y que Galicia sufrió tardíamente los efectos de la misma. Sin embargo, superadas las repercusiones negativas — que generaron más desempleo, el cierre de fábricas y la pérdida de cuota de mercado exterior— a partir del 2014 comienza un período de continua expansión y crecimiento hasta llegar a la reciente crisis derivada de la pandemia. Durante este tiempo, la mayoría de los países aprovecharon la ocasión para ajustar y adecuar su economía a los nuevos cambios tecnológicos, por un lado; y a las modificaciones organizativas, por otro. Esto es, los avances y los desarrollos tecnológicos influyeron de manera decisiva en la productividad, en los productos ofertados y en la mejora de las posiciones competitivas de los países. Las estrategias empresariales fueron adaptándose a una economía global, exacerbadamente más competitiva, en constante rivalidad, fragmentada en lo tocante a los procesos productivos y más deslocalizada en lo que hace referencia a los emplazamientos de las distintas fases de los procesos de producción, almacenamiento y distribución.
El caso gallego
Pues bien, si analizamos la composición de la estructura productiva de Galicia a lo largo del período 2014-2021, apenas se registran cambios notables. Cada actividad productiva o de servicios sigue representando el mismo porcentaje del total (véase tabla). Esto es, presenciamos una variación positiva de la tasa de crecimiento, pero la composición sectorial apenas sufre cambios. ¿Cómo explicar esta foto fija? De una parte, uno puede inclinarse a pensar que lo que se produjo en dicho período fueron cambios dentro de cada segmento, afianzando el liderazgo de ciertas empresas dentro de cada actividad, pero sin reforzar o disminuir su peso relativo en el conjunto del aparato productivo territorial. Por otro lado, otros se inclinan a penar que la economía gallega por sí misma no fue capaz de emprender un nuevo cambio, y que las ayudas oficiales, los incentivos, las subvenciones públicas y las programaciones sectoriales impulsadas desde las esferas oficiales cautivaron en demasía a los empresarios, lo que hizo que se mantuvieran dependientes y cautivos a lo largo del período; en consecuencia, se constata una pervivencia o paralización en torno a los avances técnicos y organizativos, manteniendo a la economía en una rutina. Por último, unos terceros subrayan que, una vez más, ante cambios disruptivos, la Galicia económica se enclaustró y no asumió la responsabilidad histórica de afrontar nuevos cambios, máxime en un período histórico dominado por el predominio de las acciones de disruptivas.
Por eso, cuando escucho y veo los anuncios oficiales de la Xunta en los medios de comunicación que afirman que «Galicia está en marcha», me la imagino dando vueltas sobre sí misma. Esto es, nadie duda que está en marcha; pero, girando alrededor de sí, para quedar en el mismo sitio.
Los escenarios
En los tiempos actuales hay que llamar la atención sobre lo que va a venir. De manera muy simple, podremos decir que estamos ante dos apuestas extremas. La de continuar en lo que se viene definiendo como «una sociedad de paliativos»; esto es, la consolidación del Estado Niñera (nos dicen lo que tenemos que hacer). Y la otra, avanzar en el desarrollo de una Galicia emprendedora, definida a partir de una «gran misión», siguiendo las propuestas intelectuales de Mariana Mazzucato. Si especificamos un poco más las opciones, tendríamos los siguientes escenarios. En primer lugar, se podría pensar que actuamos bajo el lema de «dejar atrás la crisis»; esto es, marcar algunas prioridades y garantizar que, a corto plazo o en un período breve, superaremos los escollos y los desajustes existentes. Normalmente, este tipo de apuestas se llevan a cabo justo después, y de manera inmediata, de una recesión. Las respuestas se evalúan por medio de los niveles de intensidad del esfuerzo público y por la capacidad de resiliencia de una sociedad. Un segundo escenario, viene definido por el lema «salvaguardar la recuperación», que quiere decir, evitar una cicatrización persistente. Para ello, se actúa sobre la solvencia de las empresas, del mercado de trabajo y del capital humano. O sea, se basa en ayudar a estimular la recuperación y el regreso a una nueva normalidad. Se busca evitar el desempleo, incentivar políticas de reorientación laboral y disminuir los efectos negativos de las dinámicas de relocalización y deslocalización industrial. Ha de contar evidentemente con un amplio respaldo financiero y una firme apuesta por la eficiencia. Y el tercer escenario, denominado «invertir en el futuro», trata de definir los nuevos marcos y espacios para las acciones en las políticas públicas. Incluye la lucha contra el cambio climático, las inversiones en infraestructuras verdes, evitar el despilfarro energético, un amplio fomento de la investigación básica y aplicada en todos los ámbitos y nuevas fórmulas de gobernanza y participación pública.
Tomando como referencia el valor más elevado el PIB antes de la crisis, Galicia presenta un impacto inicial inferior al registrado en España tanto en la recesión del 2008 como en la actual. Pero la recuperación posterior a la crisis económica fue más rápida en el resto de España que en Galicia. En nuestra comunidad se alcanzó el nivel precrisis en el primer trimestre del 2018, diez años más tarde; en tanto que la economía española lo logró en el cuarto trimestre del 2016, casi nueve años más tarde (35 trimestres contra 40 trimestres). En la actualidad, tras el crecimiento de la actividad económica en el segundo trimestre del año (17,5 %), el PIB gallego se halla un 4,2 % por debajo del nivel anterior a comienzos de la crisis sanitaria; siendo este porcentaje del 6,8 % en el caso de la economía española.
Deberes sin hacer
Con ello, se manifiesta no solo una «permanencia en el camino», lo que los sociólogos denominan una alta pertenencia y mantenimiento a las tesis de la path dependence; sino que los períodos poscrisis y hasta la nueva fase de recuperación, no han sido utilizados de la mejor manera posible para incrementar nuestros niveles de resiliencia, ni para mejorar nuestras ventajas competitivas por medio de las incorporaciones tecnológicas y la mejora de los índices de productividad y de eficiencia empresarial. Quizás porque como bien apunta Mazzucato nos falta una idea clave que nos defina la misión a conseguir. Y mientras tanto, seguimos sentados disfrutando de la magnífica película de Visconti.
Fernando González Laxe. Catedrático de Economía Aplicada. Universidade da Coruña