El nuevo dueño de Twitter, Elon Musk
El nuevo dueño de Twitter, Elon Musk DADO RUVIC | REUTERS

20 nov 2022 . Actualizado a las 21:32 h.

En un mundo cerrado y pequeño como era el nuestro hace unos decenios, el despido era sobre todo un drama personal que sufrían, además del afectado, los parientes, los vecinos e incluso el empresario que despedía. En este mundo globalizado, con lo que se ha concentrado y aumentado de tamaño la actividad empresarial, ya es difícil ver a la persona cesada, cegados como quedamos por las cifras de decenas de miles de despidos de una tacada que ocurren estos días. Cristina Porteiro explicaba exhaustivamente este jueves en La Voz el cataclismo de las grandes multinacionales del comercio electrónico y de las redes sociales, casi todas ellas estadounidenses. Allí la crisis se contagia a otros sectores, además de estos de reciente invención y crecimiento explosivo. La casi certeza de la recesión que viene lleva a muchas sociedades a recortar plantillas preventivamente. La subida de los tipos de interés amenaza a las inmobiliarias y a la banca que ha venido financiando la compra de vivienda con hipotecas cada vez más difíciles de pagar. Sin embargo, por lo que se lee en la prensa del país, aquella sociedad parece más preocupada por otros asuntos como la inmigración, la libertad de llevar armas o la religión. Es posible que la alta movilidad laboral estadounidense le quite dramatismo al despido y que haya incluso una cierta resignación, como se ve en la película Nomadland que le supuso el Oscar a la magnífica Frances McDormand. «You are fired! (estás despedido)» fue el lema que hizo famoso a Donald Trump en su reality televisivo El aprendiz. A muchos de sus votantes enragés les parecía su facilidad para despedir a concursantes con buenos expedientes académicos signo de firmeza y quizá esperanza de erradicación del sistema dominante que detestan.

En España estamos en el otro extremo de la balanza, hasta el punto de que acabamos de pasar un período de prohibición del despido. Pero el trumpismo y la desvergüenza avanzan. Cualquier día podemos perder el abordaje humanista de la vida que tanto nos caracteriza, aunque a veces nos pese, y aplaudir el despido si es un quítate tú para ponerme yo. Que ustedes no lo vean.