Nuevos paradigmas en el mundo empresarial: cuestión de perspectiva

Guillermo A. Barral Varela

MERCADOS

María Pedreda

La concepción de una compañía como un centro generador de beneficios para la propiedad o el capital es algo cada vez más obsoleto, porque debe crear también valor para los clientes, proveedores y trabajadores. Esto es, para la sociedad. No es aceptable el lucro a cualquier precio. No es aceptable si se engaña a los usuarios, se explota al trabajador o se daña el medio ambiente

26 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

A veces, muchas veces diría yo, la perspectiva es lo que diferencia al líder del que no lo es; la perspectiva no es sino el prisma desde el que se contempla un asunto, la forma de ver las cosas y precisamente al constituir una manera de «ver» se encuentra en íntima conexión, en lo que a nosotros interesa, con la visión de la empresa (lo que aspira a ser la misma, su esencia). El que acierta con la perspectiva en el mundo empresarial será un visionario (en el buen sentido de la palabra) y un buen líder por saber el puerto al que desea llegar; pues bien, reflexionando sobre visiones, me ha venido a la mente estos días un nuevo paradigma cada vez más frecuente en el ámbito empresarial. Me lo recordó la lectura en Expansión de unas recientes declaraciones de Juan Roig, presidente de Mercadona, en las que señalaba que «una empresa debe satisfacer a los cinco componentes: clientes, proveedores, trabajadores, sociedad y capital».

Coincido. Con independencia ahora de que la lista citada por Roig pueda ser o no exactamente esa, refleja un nuevo paradigma o visión de la empresa en contraposición al modelo clásico que la concebía como organización con ánimo de lucro, vamos, como centro de generación de beneficios exclusivamente para la propiedad o capital.Frente a dicho modelo tradicional de «yo creo una empresa para ganar dinero y dejémonos de gaitas», se ha venido imponiendo ya desde hace unos años una visión de la misma como centro generador de valor para los grupos de interés, los famosos stakeholders, que giran en torno a ella. No vale ya que la empresa obtenga beneficios para el accionista, la propiedad, no; tiene también que crear valor para sus clientes, proveedores, trabajadores y, en último término, para la sociedad.

Frente a una idea egoísta, esta nueva aproximación resulta mucho más enriquecedora, mucho más atractiva, más global. Es la idea de que no cabe obtener resultados a toda costa, sino de un modo ético, sostenible, comprometido. No es aceptable el lucro si contamino el medio ambiente, si engaño a mis clientes o a mis proveedores, si lo logro de modo fraudulento, infringiendo códigos de conducta o incluso la ley. Ahora bien, esta compleja concepción de la empresa precisa de unas bases sólidas para poder llevarse a la práctica y no quedarse en agua de borrajas, que es lo que sucede en muchas ocasiones.

Un ejemplo: junto a los códigos éticos o de buena conducta, las empresas deben ser firmes a la hora de proteger a quienes denuncien el incumplimiento de los mismos o de la legalidad y en esto, qué quieren que les diga, parece que poquito a poco vamos también avanzando. Todos los integrantes de una empresa (directivos, trabajadores, colaboradores, clientes) deben tener especial interés en defenderla frente a comportamientos contrarios a la ética y, por supuesto, contrarios a las normas legales, y por ello resulta algo esencial crear canales de denuncia que aseguren una eficaz protección de quien decide dar un paso al frente.

Han de superarse esquemas muy obsoletos (pero extremadamente arraigados) de corporativismo, puesto que el que se atreve a denunciar un comportamiento ilegal en la empresa lo que hace es defenderla frente a quien no es digno de trabajar en ella (bueno, ni en ella, ni probablemente en ninguna otra). Lo expresaba muy bien hace poco mi amigo Iñaki Aldaz, cabo de la Policía Local de Sabadell, al comentar las imágenes de un grupo de agentes americanos que golpeaban a un ciudadano hasta matarlo; en resumen, no se trataba de servidores de la ley, sino que lo que Iñaki veía en el vídeo era a cuatro delincuentes que vestían un uniforme que no merecían (¡eso sí que es tener perspectiva!). Frente al delito, frente a la corrupción, no hay corporativismo que valga.

Al hilo de lo anterior, la reciente Ley 2/2023, de 20 de febrero, reguladora de la protección de las personas que informen sobre infracciones normativas y de lucha contra la corrupción, supone un pasito más dentro de ese deseo de proteger a quienes defiendan (defendemos) la visión de la misma como generadora de valor, pero no a cualquier precio. En una organización (y recordemos que toda empresa lo es) no hay lugar para quienes no respetan la ley y ello, entre otras cosas, porque son los mismos que tampoco respetan a los trabajadores, ni a los proveedores, ni al capital, ni a la sociedad.

La ley afectará a muchas pymes, ya que la creación del sistema interno de información previsto por esta será obligatorio para las que tengan contratados 50 o más trabajadores; al principio, su implantación generará costes y dolores de cabeza, no cabe duda, pues establecer un sistema de este tipo consume recursos, pero en la práctica deberá ser un elemento (uno más) que nos permita apuntalar esa concepción de la empresa como entidad que genera riqueza para todos y no solo para algunos. ¡Ahí es nada! ¡Vaya reto! ¿No les parece? Que no se quede en agua de borrajas y que sea algo más que pura fachada.

Guillermo A. Barral Varela es abogado de Abanca. Mediador civil, mercantil y familiar.

I