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El sector, incomprendido durante años pese a su importancia económica y medioambiental, se enfrenta ahora a un proceso de «desfeminización», en el que los hombres ganan protagonismo
02 jul 2023 . Actualizado a las 05:00 h.El marisqueo se desarrolla principalmente por mujeres y tiene lugar en muy pocos lugares del mundo. Se realiza en entornos naturales muy especiales y poco frecuentes, que dan lugar a un ecosistema propicio para la cría y desarrollo de las especies que se pretenden extraer. Consiste en la extracción y recolección de molusco, a pie o a flote, utilizando varias técnicas tradicionales y sostenibles como son la fisga, el burato, el angazo, el sacho y el ganchelo, entre otras. Todas ellas son artes de captura tradicionales que se mantienen en activo gracias a dicho colectivo y en beneficio de la sostenibilidad de los ecosistemas marinos. Asimismo, dicha actividad se complementa con actividades de limpieza, siembra y vigilancia para evitar poner en peligro a las zonas y bancos marisqueros.
Sin embargo, para algunas instituciones, como la comunitaria, no resulta fácil comprender el auténtico valor de esta actividad y de su contribución al desarrollo económico y social de los entornos costeros; ni tampoco de su aportación al concepto de sostenibilidad y aplicación de los principios ecosistémicos y de precaución. La razón es que, en ocasiones, el organismo comunitario ha considerado a esta tarea como temporal, complementaria y de ayuda a las economías familiares; con un escaso valor y cualificación; fruto de roles y tareas asentadas en la tradición de las zonas concernidas. Así, de esta guisa, se afirma en varios escritos que el marisqueo es producto de fuertes y arraigadas tradiciones, normas y costumbres. Merced a estos rasgos fundamentales, las mariscadoras demandaron el reconocimiento de su profesión ante la Comisión de Pesca del Parlamento Europeo en sus debates sobre la pesca artesanal y de pequeña escala; y de su inclusión en las reformas de la política pesquera comunitaria.
Las mariscadoras son, por tanto, un puntal de la economía, de la sociedad y de la cultura de Galicia. Ha dejado de ser una actividad complementaria o de apoyo a la economía familiar para ser un medio de vida cada vez más valorado. El marisqueo es, a día de hoy, una profesión conocida, que permite que muchas de estas mujeres puedan ser las principales proveedoras de las rentas de su unidad familiar.
Las mariscadoras han tenido que llevar a cabo durante años un programa de estrategias productivas, económicas y, sobre todo, organizativas para alcanzar la situación actual. Para ello, las autoridades públicas apoyaron la profesionalización, así como la organización del sector y un fomento de la concienciación de cara a la necesaria autoorganización. Fruto de ello es el fuerte asociacionismo, rasgo fundamental para el desarrollo y mejora de la actividad. De hecho, la creación de asociaciones u organizaciones de mariscadoras ha proliferado en la última década, a pesar de que el marisqueo a pié es una actividad que se regula de forma individual. Ello supone que la creación de asociaciones u organizaciones fuera el resultado de situaciones de crisis o bien como respuesta a la invisibilidad de su trabajo o a la escasez de recursos. La fórmula asociativa más extendida son las cofradías de pescadores y, dentro de estas organizaciones, las agrupaciones sectoriales, llamadas agrupaciones de mariscadoras. Realizan actividades de dirección, gestión y control de los recursos, además de planificar el proceso productivo en base a un plan de explotación dictaminado por la Administración. Diariamente, son las cofradías quienes determinan la cantidad de marisco que cada una de las mariscadoras puede recolectar; son los llamados cupos. Saben que el marisco es su fuente de riqueza y si quieren asegurarse un futuro tienen que respetar en el presente.
Para llegar a la situación actual, las mariscadoras han tenido que pasar de pensar con una mentalidad individual a hacerlo con una mentalidad colectiva; a convertir varias voces dispersas y silenciosas en una sola voz común que vele por sus derechos y reclame mejoras y avances para esta profesión. Por lo que, merced al asociacionismo, las mariscadoras han conseguido metas que jamás hubiesen conseguido de forma individual.
Grandes cambios
Sin embargo, la actividad marisquera empieza a detectar varias transformaciones. En primer lugar, los permisos de marisqueo han ido decreciendo a lo largo del tiempo, al contabilizarse 4.281 autorizaciones en el 2009 y 3.614 en el 2022. En segundo término, se asiste a un fuerte envejecimiento; o, si se quiere, un menor atractivo para la gente joven. En tercer lugar, resaltamos una reciente dinámica sugerente para los hombres, sobre todo para los mayores de 50 años que engrosan los censos de mariscadores. Y, finalmente, una ligera desfeminización de la actividad, apreciándose un descenso paulatino del número de mujeres en las tareas extractivas.
Dichos rasgos llaman poderosamente la atención. Responden a cambios singulares que tienen una explicación derivada de las crisis económicas, de los niveles de incertidumbre, de la capacidad de creación de empresas en el entorno y de la dificultad de desplazamiento de la población. Los datos son concluyentes: los hombres, que representaban una novena parte de los permisos de marisqueo en el 2009, pasan a congregar un tercio del total en el 2022. Significa que las mujeres mariscadoras pierden en torno a mil puestos de trabajo, equivalente a un tercio en los últimos doce años.
También no deja de sorprendernos cómo en los estratos de edad más elevada (más de 50 años) la participación de los hombres va en aumento. Esta dinámica sugiere que las decisiones de jubilación anticipadas o las situaciones derivadas de las reestructuraciones sectoriales estimulan en los hombres una nueva vocación o el surgimiento de un empleo hasta el momento no contemplado. Los datos nos dicen que, en el 2009, se contabilizaron un total 104 varones mayores de 50 años; y en el 2022, dicha cifra había ascendido a 329 (multiplicado por tres). En cambio, para las mujeres mariscadoras mayores de 50 años, la dinámica es la contraria: descienden de 2.333 en el 2009 a 1.395 mujeres en el 2021. Por último, si la desagregación la efectuamos para aquellos menores de 40 años tendríamos que, en el 2022, el números de hombres es muy similar al número de mujeres mariscadoras (265 por 269, respectivamente). En suma, una actividad de fuerte tradición histórica empieza a mostrar rasgos de transformación y adaptación a nuevas circunstancias. Seguro que esta dinámica genera una preocupación en las esferas institucionales y abre la puerta a continuar investigando en los próximos años.