Un futuro para la macrorregión de Galicia y el norte de Portugal

MERCADOS

MABEL RODRÍGUEZ

A pesar de las mayores facilidades administrativas lusas y de un mayor desarrollo tecnológico empresarial, ambos espacios comparten muchas características comunes: una hoja de ruta compartida para avanzar en la misma dirección podría tener efectos económicos multiplicadores

03 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Galicia y el norte de Portugal constituyen una macrorregión europea de primera magnitud, pero ha de enfocar estrategias de futuro robustas y sólidas, y dejar de lado las reivindicaciones del pasado y muchas de las que hoy en día se barajan. Suman entre los dos espacios 50.800 kilómetros cuadrados, esto es, un territorio mayor que Dinamarca, Países Bajos o Suiza. Sin embargo, albergan menos población (6,23 millones de personas) que dichos países. Es cierto que ambos territorios son espacios periféricos dentro de la Unión Europea; pero son marítimos y con economías muy abiertas, capaces de desarrollar proyectos industriales y de servicios de primer orden en la nueva sociedad posindustrial; en ellos prima positivamente tanto el posicionamiento de las cadenas globales de suministro como la conectividad logística y digital.

Si se analiza la radiografía económica de Galicia y la región norte de Portugal se aprecian muchas similitudes y algunas diferencias. Las dos registran unas cifras de población decrecientes, perdiendo peso dentro del conjunto de sus Estados respectivos; aunque una es más representativa que la otra: el norte de Portugal alberga el 34,6 % de la población de su país y Galicia solo el 5,6 % de España. Asimismo, la población está muy concentrada en el litoral y con una distribución espacial muy singular dentro de sus territorios respectivos. A modo de ejemplo, en Galicia solo se contabilizan tres ciudades por encima de los 100.000 habitantes (Vigo, A Coruña y Ourense); mientras, el norte de Portugal tiene diez por encima de esa cifra (Barcelos, Braga, Gondomar, Maia, Matosinhos, Porto, Santa María de Feira, Vila Nova de Gaia, Guimaraes y Vila Nova de Famaliçao). Dicha articulación territorial facilita las economías de escala y de aglomeración, y las hace ser más atractivas y resilientes.

Ambos espacios coinciden en poseer tasas de natalidad bajas (menores en Galicia que en el norte de Portugal); reducidas tasas de reemplazo (más alta en Portugal que en Galicia) que no garantizan la reposición de la población; altos índices de envejecimiento en ambos espacios (el 13,6 % de los gallegos por encima de 70 años y el 22,6 % de los portugueses por encima de los 65 años); y una esperanza de vida elevada (83 años en Galicia y 80,9 años en Portugal). En ambos casos, la población extranjera que vive en la macrorregión es reducida (4,2 % en Galicia por 2,8% en Portugal). Pero la diferencia más notable es que Galicia ha dejado de ser un país emigrante para convertirse en receptor de personas; mientras que el norte de Portugal mantiene su saldo migratorio positivo.

En lo que hace referencia a la situación económica, podemos afirmar que ambas realidades geográficas han crecido en los últimos trimestres; pero lo hicieron con menor intensidad que la media de sus respectivos países, lo que las convierte en espacios asimétricos en relación a su conjunto nacional. Esto es, aumenta el diferencial con respecto a las regiones más dinámicas de sus respectivos países. Se constata que el PIB per cápita de Galicia es el 85 % del español y el del norte de Portugal el 87,1 % del portugués. También, si examinamos las economías de ambas realidades, apreciamos una amplia desigualdad en su interior. Son, pues, economías con muchos contrastes internos. Un ejemplo de ello es que en el norte de Portugal los espacios litorales concentran el 77 % del PIB regional y el 85% de las empresas, por citar dos indicadores. Lo mismo sucede en el caso gallego, en donde los espacios litorales representan el 78 % del PIB de Galicia y albergan al 72 % de los empleados. O, si se quiere reflejar de manera más evidente, la provincia de Ourense es el 83,6 % del PIB de la provincia coruñesa; y el PIB del espacio del Támega es el 67,8 % del PIB del área metropolitana de Oporto. En resumen, en Galicia disponemos de más de 50 comarcas con una especialización económica y rentas muy diferenciadas y disímiles; en tanto que el norte de Portugal podemos distinguir tres grandes niveles: el espacio que agrupa al área metropolitana de Oporto, el Cávado y el Ave; un segundo nivel, alberga los espacios de Támega-Sousa, el Alto Minho y el Douro; y un tercer nivel, comprende a Tras-Os-Montes y Alto Támega.

Entre las similitudes se encuentran las características preeminentes en lo que concierne a la dimensión empresarial. Si en Galicia el 86 % de las empresas poseen menos de dos trabajadores, en el norte de Portugal el 95,5 % son microempresas. La diferencia estriba en que en el norte de Portugal el número de empresas con más de 250 asalariados y con volúmenes de facturación superior a los 50 millones de euros es mayor que en Galicia. Parecidos son los rasgos que hacen referencia a la distribución porcentual por ramas económicas, condición jurídica y distribución espacial. Una diferencia notable se manifiesta en lo que concierne a las tasas de supervivencia y tasa de actividad emprendedora, donde el norte de Portugal destaca ligeramente sobre Galicia. Se debe, fundamentalmente, a las facilidades administrativas existentes en el territorio portugués, en donde las cámaras municipales son más efectivas que nuestros ayuntamientos; y, en segundo lugar, porque la economía del norte de Portugal es más resiliente que la de Galicia.

Las grandes diferencias se manifiestan en los mercados de trabajo y en la innovación. En el primer caso, la situación laboral en Galicia ha mejorado en los últimos trimestres, aunque todavía tiene un problema sustancial en las tasas de actividad y de ocupación. Son muy bajas; son la segunda y la cuarta peores de las comunidades españolas. Por su parte, el norte de Portugal presenta unas tasas de paro más bajas que Galicia (7 % por 11 %). También hay diferencias en las tasas de desempleo juvenil; en el norte de Portugal, a pesar de las diferencias existentes entre los subniveles territoriales (el 13 % en el Alto Minho frente al 21 % en Tras-Os-Montes), está por debajo del índice gallego, que se encuentra en el entorno del 25 %. En el caso de los desarrollos tecnológicos y la innovación los resultados arrojan grandes diferencias. Se debe a la escasa inversión en I+D+i que se ha llevado a cabo en Galicia (1,10 % sobre el PIB y 259 euros per cápita). En consecuencia, las patentes registradas son bajas; es elevada la dependencia exterior; son menores las publicaciones científicas; y contamos con escasos centros de investigación de referencia. Así las cosas, Galicia ocupa el puesto 154 de las 240 regiones europeas y por debajo en siete puntos porcentuales del promedio español. El norte de Portugal, por su parte, invierte más que el promedio de su país; y, consiguientemente, posee mejores índices que Galicia, alcanzado el puesto 143 del ránking europeo. De esta forma, las empresas portuguesas pueden dotarse de un apoyo notable y sólido para poder afrontar con mayor solidez los nuevos desafíos en una sociedad tan marcada por la incertidumbre y la volatilidad.

Finalmente, en lo que atañe a los niveles de renta, en Galicia, el PIB per cápita (cerca de 22.000 euros) es más elevado que en el norte de Portugal (en torno a 18.000 euros). En suma, dos economías parecidas que poseen retos comunes, pero que afrontan los problemas de una manera muy distinta. A mi entender, esforzarse en buscar una alternativa que permitiera a ambas realidades avanzar en las mismas trayectorias podría poseer efectos multiplicativos notables. Y, aunque el progreso no es un proceso automático, siempre puede (y debe) surgir una nueva perspectiva que apueste por una reorientación de los cambios.

Fernando González Laxe. Catedrático Emérito de Economía Aplicada de la Universidade da Coruña.