
Las fechas navideñas son dadas a las compras, a los reencuentros con familiares y amigos, a las comidas y cenas especiales, a los regalos… Pero también suponen un período de cambio, porque termina el año y necesitamos hacer balance. El final de año sirve para plantearnos nuevos propósitos más o menos realizables, pero, sobre todo, es el momento de esa sana reflexión sobre aquellas decisiones que nos han parecido acertadas y también, por qué no, aquellas otras con resultados por debajo de lo esperado.
Desde el punto de vista financiero, esa reflexión puede ayudarnos a detectar aquellas decisiones comprometidas que se han tomado de forma poco meditada, sobre todo para evitar repetirlas en futuras ocasiones. Porque, efectivamente, en el 2023 se han producido una serie de acontecimientos adversos que han llevado a muchas personas a tomar decisiones sobre sus finanzas que no estaban aconsejadas por la razón, sino más bien por el miedo.
Muy probablemente, si preguntásemos a cualquiera de nuestros allegados sobre la situación económica actual, serían capaces de aportar al menos una decena de sucesos con los que justificar su idea de que la situación en que vivimos es bastante mala. Más complicado sería recopilar esa misma decena de sucesos positivos, que también los ha habido, y que podrían servir para argumentar en sentido completamente contrario.
Si echamos un vistazo a la Bolsa, nos encontramos que el Ibex35 se encuentra en máximos y por encima de los 10.000 puntos. En España hay 20,8 millones de personas trabajando, 522.443 más que hace un año, lo que sitúa nuestra tasa de paro en el 12 %, muy por debajo de los porcentajes habituales desde 2007. El número de profesionales autónomos asciende a 3.343.702 (a noviembre de 2023), 14.353 más que el año anterior, y se crearon 77.475 nuevas empresas durante los primeros ocho meses del año, un 12 % más que las creadas durante el mismo período en el 2022, según el Estudio sobre Demografía empresarial, realizado por Informa D&B.
Además, una de las grandes preocupaciones de los últimos años, la inflación, se ha moderado hasta el 3,2 % en noviembre y, por tanto, la subida de las pensiones contributivas será de un 3,8 % en el 2024, sin duda una buena noticia para una gran parte de la población.
Y las perspectivas también podrían calificarse como optimistas: la previsión de crecimiento para la economía española en el 2023 es del 2,4 %, que podría reducirse hasta el 2 % en el 2024, lo que supondría un crecimiento de la economía superior al de la media de la zona euro. Es cierto que las subidas consecutivas de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE) han complicado mucho las finanzas familiares de todos aquellos que tienen que pagar ahora más por sus hipotecas. En las dos últimas ocasiones, el BCE ha mantenido los tipos y veremos qué sucede en los próximos meses.
Como hemos podido observar, a pesar de la sensación pesimista que puede extraerse de la acumulación de noticias negativas, también hemos recibido noticias buenas que pueden dar pie a un razonable optimismo. Esa disparidad que puede encontrarse entre la sensación generalizada sobre el funcionamiento de la economía y la realidad puede resultar peligrosa si nos lleva a tomar decisiones guiados por el factor miedo, en lugar de aprovechar las oportunidades que se dan ahora mismo en este contexto económico.
Encontramos en estos momentos en el ámbito financiero una situación poco habitual, y es que hay buenas oportunidades tanto en la renta fija como en la renta variable. Habitualmente existen buenas oportunidades para el largo plazo, pero no tanto para el corto o el medio plazo. De hecho, la renta fija cobra más sentido que nunca para los objetivos de corto plazo.
Recientemente hemos vivido algo inusual: tener 7 años (2016-2022) con tipos de interés en negativo, con una elevada subida de tipos de interés durante el último año que han hecho más atractiva la renta fija. Por lo tanto, los que hoy tengan una inversión en renta fija comprada a unos elevados tipos de interés podrían obtener más beneficios ante una futura bajada de tipos debido a la relación inversa que existe entre tipos de interés y valor de la renta fija. Lo mismo ocurre con la inversión en renta variable para metas de largo plazo, porque, tras un ciclo lleno de incertidumbres, tarde o temprano, la renta variable global siempre vuelve a aprovechar el impulso de la economía mundial y proporciona rentabilidad.
En cualquier caso, la ayuda de un asesor financiero será clave a la hora de tomar las decisiones más adecuadas para nuestra planificación y, al mismo tiempo, para abandonar aquellas decisiones llevadas por el miedo que nos pueden resultar desfavorables.
Un asesor nos prevendrá de tomar decisiones con el retrovisor, una práctica muy extendida, pero siempre peligrosa. Porque no podemos tomar decisiones financieras teniendo en cuenta lo ocurrido en el pasado, porque entonces siempre llegaremos tarde. Cuando por el retrovisor veamos que invertir en renta fija es una buena opción, probablemente entremos tarde para aprovechar la oportunidad. Igual ocurre con la renta variable: cuando en el retrovisor veamos que sube, quizá ya sea demasiado tarde porque compraremos más caro.
En conclusión, es mejor dejarse guiar por las recomendaciones razonadas por nuestro asesor financiero que por un estado de ánimo que, en muchas ocasiones, quizá no nos permita descubrir las oportunidades que nos brinda la realidad. Por lo demás, disfruten de las compras, de los encuentros con familiares y amigos, de las cenas y comidas familiares y, sobre todo, tengan un feliz 2024.
IVONNE POUSA ES RESPONSABLE DE BANCO MEDIOLANUM EN LA ZONA NORTE DE ESPAÑA