Stella Li: la dama eléctrica

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30 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

China abruma al mundo con su dominio eléctrico. Una pugna en la que no hay rival que le haga sombra, y un poderío que tiene en BYD a su máximo exponente. Una empresa que empezó fabricando baterías para móviles y que en poco menos de 30 años se ha convertido en el mayor fabricante de coches eléctricos (100 % puros e híbridos enchufables) del mundo, desbancando a la todopoderosa Tesla de Elon Musk, a la que, por cierto, le suministra baterías.

Al volante, Wang Chuanfu, el fundador y propietario. Un empresario hecho a sí mismo, como tantos otros del gigante asiático, nacido en 1966 en Anhui, una de las provincias chinas más pobres del país. En el seno de una de esas familias dedicadas al cultivo del arroz fue donde se crio Chuanfu. Él y sus siete hermanos. Ocho bocas que alimentar, a las que el cáncer (de hígado, en este caso) les arrebató al padre cuando el ahora poderoso empresario contaba tan solo 13 años.

En casa, apenas lo indispensable para sobrevivir. Tan poco, que la pequeña de la familia fue dada en adopción porque no había para todos. El matrimonio fue la tabla de salvación de las otras hermanas. Y el mayor tuvo que dejar la escuela y ponerse a trabajar.

Pero eso no es todo. Todavía estaba el fundador de BYD en secundaria cuando falleció la madre. Menos mal que para entonces el primogénito y su mujer ya gozaban de una posición algo más desahogada y pudieron costearle a Chuanfu los estudios. Primero, y gracias a una beca, consiguió estudiar Química en la Universidad Central del Sur. Y más tarde, cursar un máster en tecnología de baterías en el Instituto General de Investigación de Metales No Ferrosos de Pekín.

Trabajó algún tiempo como investigador en ese campo para el Estado. Hasta que él y su primo decidieron fundar BYD (un acrónimo de la frase en inglés Build Your Dreams). Tenía entonces 29 años. La idea: replicar productos de éxito y venderlos lo más barato posible, haciéndole la competencia a gigantes de la talla de Sony o Sanyo.

Si fundamental resultó para la vida de Chuanfu la decisión de dar aquel paso, no lo fue menos la de contratar en su día a Stella Li, hoy vicepresidenta ejecutiva de BYD. La reclutó en 1996 y le encomendó la labor de promocionar los productos de la firma en el extranjero. Una suerte de directora de márketing para la puesta de largo fuera de casa. Acertó con la elección.

Nacida en Shanghái hace 54 años, esta licenciada en Estadística por la Universidad de Fudan, una de las tres mejores de China, ha sido el alma de la fulgurante expansión internacional de la compañía. Primero puso un pie en Hong Kong. Luego abrió sedes en Europa, Japón y EE.UU. Y todo, en solo dos años.

En el Viejo Continente desembarcó con un presupuesto de apenas 30.000 dólares, un contenedor cargado de baterías y un pequeño equipo de ingenieros. Y consiguió hacerle frente al liderazgo nipón. Toda una muestra de la perseverancia con la que quienes la conocen bien dicen que afronta la ejecutiva cualquier reto que se le ponga por delante. La misma que empleó cuando decidieron convertirse en fabricantes de coches. Ese vuelco cristalizó hace menos de 20 años, en el 2005. Ese año BYD lanzó al mercado su primer vehículo, el F3.

Estos días la directiva se deja querer por Europa, donde la compañía planea abrir una segunda planta, además de la que construyen en Szeged, Hungría. España, les gusta. Lo ha dicho Li. Y Galicia ya estuvo en sus planes. No todas las segundas partes van a ser malas.