El posible repunte inflacionista por las rebajas de impuestos y el aumento de los aranceles llevaría a la Fed a pausar los recortes de tipos a partir de marzo. Las grandes tecnológicas y los combustibles sólidos salen reforzados.
17 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Donald Trump tomará posesión de su cargo como presidente de EE. UU. el próximo 20 de enero, pero el mundo político y financiero está pendiente ya de cada uno de sus gestos y sus decisiones. Estas se limitan por el momento a los anuncios sobre quienes integrarán su equipo de Gobierno y otros puestos relevantes en la nueva Administración. Va dejando ver que se rodeará de fieles a ultranza para que el despliegue de su agenda quede perfectamente engrasado durante su segundo y último mandato, en el que podrá contar además con el control republicano de las dos cámaras del Congreso estadounidense y una holgada mayoría conservadora en el Tribunal Supremo.
Con este formidable respaldo, Trump tendrá manos libres para llevar adelante sus políticas que, aunque están pensadas en clave nacional, si se plasman según lo propuesto durante la campaña electoral, tendrán repercusiones globales.
«La victoria de Trump en el 2024 trae un cambio de rumbo muy importante para los mercados financieros, desde la tecnología hasta los combustibles fósiles y las criptomonedas. Pero lo más importante serán algunas consecuencias inflacionarias que podrían generar, o varias medidas que el mercado está intentando digerir», resume Franco Macchiavelli, analista independiente de mercados. De hecho, uno de los grandes focos de atención es cómo afectarán las decisiones económicas de la nueva era Trump a las políticas monetarias, justo cuando la mayoría de los principales bancos centrales del mundo, con la Reserva Federal de EE. UU. (Fed) entre ellos, han iniciado un ciclo bajista de los tipos de interés. Las preocupaciones sobre el vertiginoso endeudamiento público estadounidense podrían convertirse en un viento en contra a más largo plazo.
Inflación y tipos de interés
Trump planea recortar impuestos a empresas y particulares, tomar medidas enérgicas contra la inmigración, y aumentar los aranceles sobre todos los productos importados: al menos un 10 % a todas las importaciones de EE. UU., independientemente de su origen, y un 60 % a las procedentes de China. La intención del que será el próximo inquilino de la Casa Blanca es impulsar la economía del gigante americano y probablemente lo logrará. Los analistas de Julius Baer, por ejemplo, han revisado al alza su previsión de crecimiento del PIB hasta el 2,5 % en el 2025 y el 2026, por encima de la tasa de crecimiento potencial estadounidense del 2,1 %.
Pero los expertos también aseguran que este cóctel de medidas, que han recibido el respaldo mayoritario de unos ciudadanos estadounidenses hastiados con el aumento vertiginoso de los precios durante la Administración Biden, provocará precisamente un repunte de la inflación que está en proceso de reversión.
Trump es un firme defensor de los tipos de interés bajos, como ya dejó en evidencia durante su primer mandato (2016-2020) con insistentes recados a la Fed. Sin embargo, el organismo que preside Jerome Powell, que terminará su mandato en el 2026, está obligado a crear estabilidad de precios (y mantener el desempleo raya), por lo que tendrá que analizar los futuros escenarios preservando su independencia. ¿Qué se puede esperar?
Los analistas consideran probable que la Fed, que bajó los tipos en 50 puntos básicos el 16 de septiembre y otro cuarto de punto el 7 de noviembre, prosiga con los recortes en los próximos meses. En Julius Baer esperan dos descensos de tipos más de 25 puntos básicos, llevándolos al 4 %-4,25 % en un plazo de cuatro meses. Pero no están claros los siguientes pasos. «Más allá de marzo del 2025, la política monetaria tendrá que considerar el impacto previsto sobre la inflación y el crecimiento de las políticas comerciales y fiscales de Trump [...] Esperamos que los tipos de la Fed se establezcan en torno al 3,75 % en el segundo trimestre del próximo año», según Axel Botte, responsable de estrategias de mercados de Ostrum AM (Natixis IM) .
Las políticas de los grandes bancos centrales tienden a moverse de forma más o menos sincronizada. Sin embargo, en esta ocasión parece más probable, en principio, que el BCE marque un camino bastante diferenciado respecto a su homólogo estadounidense. El estado de salud de la economía de la zona euro más renqueante y el posible impacto de la ofensiva arancelaria de Trump sobre las empresas europeas invitan a esperar que el organismo que preside Christine Lagarde continuará relajando las condiciones financieras durante todo el 2025.
En opinión de Gilles Moëc, economista jefe de AXA IM, el BCE tendrá que acelerar sus recortes. «Es poco probable que la economía mejore, ya que podría prevalecer una actitud de espera en las empresas orientadas a la exportación. El arancel del 10 % sobre los productos europeos es probablemente manejable, pero el del 60 % sobre los productos chinos puede ser muy perturbador, bien por reducir la demanda china, bien por desencadenar una devaluación masiva del yuan, y/o incentivar a los productores chinos a competir más ferozmente con los proveedores europeos fuera del mercado estadounidense. La volatilidad de los precios de la energía puede ser otra fuente de incertidumbre, ante la nueva escalada en Oriente Medio», comenta.
Foco en las tecnológicas
El papel de las grandes tecnológicas en la toma de decisiones también está en el punto de mira de los inversores. Para muchos resulta llamativa la cercanía entre Donald Trump y Elon Musk, el hombre más rico del planeta y propietario de X (antigua Twitter), Tesla y SpaceX, entre otras enormes corporaciones, que dirigirá un nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental en la nueva Administración junto al excandidato presidencial republicano Vivek Ramaswamy.
Lo cierto es que, con independencia de esta buena sintonía con uno de los iconos tecnológicos del mundo, Trump ha vuelto a levantar la bandera de la protección a las empresas tecnológicas estadounidenses, una postura que parece diseñada especialmente para hacer frente a la competencia de China en sectores como los semiconductores. «Este impulso puede traducirse en importantes beneficios para las gigantes de Silicon Valley y fabricantes nacionales que suministran piezas clave para el mercado tecnológico. La expectativa es que esta tendencia a la ‘tecnología de casa' basada en el proteccionismo se mantenga sólida en el medio plazo, beneficiando principalmente a las empresas locales, mientras que se dificulta la entrada de competidores extranjeros», sostiene Macchiavelli.
Otra cuestión que suscita preocupación a escala global es el posicionamiento energético de la futura Administración estadounidense con Trump al timón. El magnate neoyorquino expresó durante su campaña su apoyo ya conocido a la industria de los combustibles fósiles, y también prometió derogar una de las iniciativas estrella de Joe Biden, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés), que tiene como objetivo frenar la inflación mediante varios mecanismos, entre ellos la inversión en la producción de energía doméstica a través de la promoción de la energía limpia. Según publicó recientemente Financial Times, la consultora BloombergNEF calcula que la derogación de la IRA provocaría un descenso del 17 % en la construcción de nueva capacidad de energías renovables entre el 2025 y el 2035, con una reducción de hasta el 45 % en el caso de la energía eólica marina.
Pero en este terreno también queda mucho por ver. Para Norbert Rücker, director de economía e investigación de próxima generación en Julius Baer, aún en el caso de que Trump aboliera las exenciones fiscales y los subsidios al sector de las energías limpias, este «goza de buena salud en EE. UU». Apunta que estados dominados por los republicanos son los que se benefician especialmente del ciclo de inversión en curso y, por tanto, de la IRA, y que esta cuenta con apoyo bipartidista.