El coste de hacer MAG(i)A

ALVARO GALIÑANES FRANCO DIRECTOR DE INVERSIONES DE SANTANDER PRIVA BANKING

MERCADOS

22 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

En una parada de autobús cualquiera de la Quinta Avenida de Nueva York hay una marquesina que estos días, en lugar de mostrar las ofertas de turno, anuncia a bombo y platillo «The world's best christmas is in Vigo Spain». Y es que Galicia está de moda en Estados Unidos y desde las elecciones, más.

Contra todo pronóstico y frente a unas encuestas con diferencias muy ajustadas de la intención de voto entre Demócratas y Republicanos, el Make América great again ha hecho mella en el electorado y, como todos ustedes saben, ha dado la victoria a Donald Trump y no por poca diferencia. Ataviado con su icónica gorra roja con el «MAGA» bordado en ella, el reelegido presidente ha ganado en casi todos los Estados, arrasando hasta en los siete más disputados, convirtiéndose en el primer presidente republicano en 20 años en ganar gracias, entre otras cosas, al voto popular. No ha podido contra él, ni el largo historial con la justicia que incluye juicios políticos, ni las condenas por delitos graves ni el atribuido motín del pasado 6 de enero en el Capitolio.

Se otorga a Napoleón aquello de «…las victorias tienen mil padres, mientras que las derrotas son huérfanas…» y cuando todo ha terminado es más fácil encontrar razones del porqué de las cosas, pero destacaría 3 fundamentales; que, además, si uno sabe leer bien en clave política, van a determinar mucho cómo gira la política fiscal, de comercio exterior y monetaria en torno a la Casa Blanca.

Me atrevo a asegurar que el principal factor que ha cambiado el voto ha sido la economía y, en concreto, la inflación. Pese a que en Estados Unidos digamos que las cosas han ido razonablemente bien en términos de crecimiento en estos años y de que el mercado laboral goza de una salud envidiable, el americano de a pie ha sufrido mucho con la inflación poscovid y la enorme subida de la cesta de la compra, el coste de las tarjetas de crédito, de la electricidad, del gas, de la moderna televisión por red y, por supuesto, del precio de las gasolinas. Uno de los puntales de la campaña ha sido repetir el mantra MAGA, acompañado del anuncio de varias medidas económicas, entre ellas, nuevos aranceles (palabra casi tabú) a muchos sectores para favorecer la producción local de nuevo.

Ya en el covid y con la ruptura de las cadenas de suministro, el mundo se dio cuenta de que el modelo archi-eficientado del just in time resulta perfecto sobre el papel siempre y cuando la producción de los bienes (circunscrita mayoritariamente a mercados emergentes de Asia y Latinoamérica) llegue a tiempo y a precios razonables, iniciándose entonces un movimiento prorrelocalización de los centros de producción. Al reshoring, que es como se conoce a esto, se han visto obligados muchos de los fabricantes estadounidenses al experimentar en sus propios negocios el riesgo de tener fuera la producción. Entre los más obvios está la reducción de los plazos de entrega, el aumento de calidad, una mayor agilidad, una reducción de los costes indirectos (logística, personal, gestión de la cadena de suministro) y entre los menos, algo que a veces pasa desapercibido, como salvaguardar la propiedad intelectual que no es fácil de cuantificar. Por todo ello, que el centro de producción esté deslocalizado, allende los mares, tiene su peligro.

Para incentivar el consumo del producto local, el presidente ha hecho su magia anunciando el despliegue de una nueva batería de aranceles que se sumarían a los que ya se impusieron en la primera Administración Trump y que Biden ha mantenido. La anterior Administración Trump impuso casi ochenta mil millones de dólares en nuevos impuestos a los estadounidenses al aplicar aranceles a miles de productos valorados en aproximadamente trescientos ochenta mil millones de dólares entre los años 2018 y el 2019. Lejos de cambiar esa medida, cuando la Administración demócrata tomó la Casa Blanca mantuvo la mayor parte de los aranceles y, en mayo de este año, anunció más subidas aún a productos chinos.

Si el «plan Donald» llega a su término, el coste de todo lo que llegue de México y Canadá (sus dos principales socios comerciales) se incrementará en un 25 %, mientras que lo que venga de la República Popular de China tendrá un 10 % adicional. Estos tres países que Trump ha seleccionado para una nueva ronda de propuestas arancelarias específicas representan más o menos la mitad de todas las importaciones de Estados Unidos. La mayor importación de Canadá es el petróleo y cualquier aumento en los precios de la energía probablemente se sentiría en toda la economía. Ese efecto es más lento de ver y, también, mucho más complicado de mitigar. De China, como pasa en todas partes, llegan todos los productos electrónicos e incrementar el coste, de primeras no va a frenar el consumo. El sobre coste adicional va directo contra el bolsillo de los consumidores. En el caso de México, el mayor impacto va para el sector del automóvil, que no pasa precisamente por el mejor de sus momentos y, también, para muchos de los alimentos frescos.

Hay quienes piensan que todos estos anuncios son otra bravuconada de Trump que busca mas tener algo con lo que negociar con sus dos vecinos y doblarles el brazo, por ejemplo, en materia de inmigración. Pero no hay que dejar de lado que, si llegan hasta el final, el coste del Make America great again va a ser muy caro para el consumidor medio. Sigan el razonamiento conmigo: por un lado, precios más altos, si el consumo se mantiene, más inflación y, por tanto, el banco central (la Reserva Federal) tiene menos recorrido para seguir bajando tipos. Pero también es obvio que precios más altos, van a retraer el consumo más tarde o más temprano y eso en una economía donde más de dos terceras partes del crecimiento provienen del consumo tendrá efecto sobre el crecimiento. Como en todo hay confiados y agoreros que vaticinan que una política arancelaria afectará más bien poco y también los que abogan que es lo que falta para terminar con el ciclo expansivo de los últimos años. No olviden que Trump, además de presidente, es empresario y un gran negociador. Pero de primero de economía es que si suben los precios, la demanda cae. Como siempre les digo, no hay activos ni buenos ni malos, hay activos aptos para cada inversor en cada momento del tiempo; así que lo mejor es que se dejen asesorar por los que saben, pero en mi trabajo todo esto se traduce en que la renta fija americana igual, igual sigue siendo un activo en el que estar, porque lo que tengo cada vez más claro es que la Fed no va a poder bajar tanto los tipos y el mercado, como siempre, ha descontado escenarios demasiado generosos.

Mientras se lo piensan y preguntan en estos días al capón de Vilalba, los belenes, las panxoliñas y el apalpador…es preceptivo el paseo por las calles viguesas y ver ese espectáculo de luces para hacer grande eso de que «The world's best christmas is in Vigo Spain».

Bo nadal e feliz ano novo.