Una rebelde de lujo

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ABRALDES

19 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Anda la industria de la alta costura algo revuelta. Hace apenas una semana nos enterábamos de que Christian Lacroix ha pasado a engrosar el listado de marcas de la gallega Textil Lonia, responsable del éxito de nombres como Purificación García y CH Carolina Herrera, la línea de retail de la diseñadora venezolana. Pues bien, parece que hay otro movimiento de calado en ciernes. Al menos eso es lo que apuntaba estos días la prensa italiana. Y es que, puede que Versace, propiedad de la estadounidense Capri Holdings, cambie también muy pronto de manos. Entre los potenciales interesados, otra firma italiana: Prada.

 No es la primera vez que se acerca a su compatriota con intenciones de matrimonio. Ya lo hizo en el 2018, pero entonces fue Capri la que se llevó el gato al agua, adquiriendo la compañía a la familia del malogrado diseñador y al fondo estadounidense Blackstone por 1.800 millones.

Fundada por Mario Prada allá por 1913 como Fratelli Prada (Harmanos Prada), una pequeña boutique dedicada a la confección y venta de baúles, bolsos, maletas y zapatos, la firma es hoy lo que es gracias en buena medida al buen hacer de Miuccia Prada (Milán, 1949), nieta del fundador. ¡Quién se lo iba a decir al patriarca, él que nunca pensó que las mujeres tuviesen cabeza para los negocios!

Tomó las riendas de la empresa familiar en 1978. Y le dio la vuelta como a un calcetín. Y eso que nunca había demostrado demasiado interés por el negocio. Más bien todo lo contrario. Estudió Ciencias Políticas y, más tarde, Artes Escénicas en el Teatro Piccolo de Milán. Quería ser mimo. Y hasta ejerció como tal.

Militaba entonces en el Partido Comunista, en la Unión de Mujeres Italianas. Lo de la marroquinería no iba mucho con ella. Aunque, todo hay que decirlo, no le hacía ascos a los privilegios que le proporcionaba la vida acomodada del clan. En aquella época era ella más de protestas y manifestaciones. ¡Muerte al capitalismo! Aunque eso sí, nunca de trapillo. Taconazos y elegantes prendas de Ives Saint Laurent. Ese era su atuendo para luchar por un mundo más justo.

No estaban sus padres lo que se dice contentos con todo aquello. Y se plantaron. Ya estaba bien de perder el tiempo, había llegado la hora de incorporarse a la empresa. No le fue fácil. Nunca pensó Miuccia en ser diseñadora. ¡Ni siquiera sabía dibujar! Pero, no le quedó otra que pasar por aquel aro. Y, para su sorpresa, pronto le cogió el gustillo.

Llevaba apenas un año al frente de la empresa que creó su abuelo cuando conoció a Patrizio Bertelli, el hombre que lo cambiaría todo. En lo personal, y también en lo profesional. Fue en una feria del sector. Ella lo acusaba de fabricar burdas imitaciones de las carteras de Prada. De primeras le pareció un arrogante. Pura fachada. Luego cambió de opinión Se casaron en 1987, tras ocho años de convivencia. Juntos han hecho de aquella tienda de la Galería Vittorio Emanuele II, en Milán, todo un coloso de la moda. Ya están preparando la sucesión para dejarlo todo en manos de su hijo Lorenzo Bertelli. Como parte de ese plan, hace ya dos años que colocaron a Andrea Guerra, un ejecutivo de larga trayectoria en el sector de la moda, al frente de la gestión como consejero delegado. Antes de retirarse, quieren sumar Versace al imperio familiar.

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