La guerra arancelaria

MERCADOS

En Berlín, un mural del artista callejero EME Freethinker muestra al presidente estadounidense Donald Trump y al presidente de la República Popular China Xi Jinping besándose mientras usan máscaras quirúrgicas
En Berlín, un mural del artista callejero EME Freethinker muestra al presidente estadounidense Donald Trump y al presidente de la República Popular China Xi Jinping besándose mientras usan máscaras quirúrgicas ALEXANDER BECHER

02 feb 2025 . Actualizado a las 10:52 h.

Un gigantesco y oscuro nubarrón asoma en el horizonte económico español y europeo: la subida de aranceles por parte de Estados Unidos a todos los productos extranjeros, que incluiría un incremento de tarifas del 10 al 20 %. En su primer mandato, Trump ya apostó por el proteccionismo comercial con el objetivo de blindar la industria manufacturera de su país. Pero los resultados fueron imperceptibles en términos de creación de empleo. Prueba de ello es que una parte de la población obrera se sintió traicionada y le retiró su apoyo en las presidenciales del 2020. Tampoco se produjo una escalada de precios como temían los críticos. Sin embargo, el escenario que se abre ahora parece distinto, porque el presidente está decidido a imponer una política arancelaria generalizada (no selectiva) y mucho más intensa. España exporta al año a Estados Unidos mercancías por valor de 20.000 millones de euros. La cifra alemana, sin embargo, es ocho veces mayor. La economía teutona, la locomotora de la UE y que lleva años en apuros, sería la principal damnificada. Mientras Bruselas decide qué hacer (no está claro cómo responderá a la guerra comercial de Trump), China sigue a lo suyo, que consiste en invadir los mercados con productos que expulsan a sus competidores sin respetar las reglas del juego. Porque se trata de productos dopados con la ayuda gubernamental, lo que les otorga una gran ventaja en el precio. A comienzos de este siglo ya se produjo la primera gran avalancha de mercancías chinas, pero eran de bajo valor añadido. Sin embargo, ahora estamos hablando de otra cosa, de bienes considerados estratégicos para la transición energética y el liderazgo tecnológico mundial. Y aquí hay mucho en juego en términos de desarrollo industrial y de creación de puestos de trabajo. Estados Unidos y China parece que tienen clara su hoja de ruta, mientras Europa sigue en el medio de dos grandes rebanadas, como una loncha de queso irremediablemente condenada a fundirse.