
Su función como «aliadas estratégicas» permite impulsar la innovación en un tejido dominado por las pymes y fijar inversión y personal cualificado
23 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.El 20 % de las empresas consideran que la innovación tiene costes elevados y la mayoría se enfrenta a una falta de personal cualificado para llevar a cabo tareas de I+D. Son algunos de los datos que aporta el informe Ardán correspondiente al 2024 y que resalta que el tejido productivo está conformado mayoritariamente por pymes, que tienen dinámicas de innovación diferentes a las de las grandes empresas: «Muchas empresas operan con márgenes ajustados y tienen dificultades para reunir el capital necesario para realizar inversiones significativas en tecnología, equipo o expansión de instalaciones».
Es ahí donde entra una potentísima herramienta: la capacidad investigadora de las universidades gallegas, que pueden canalizar su conocimiento multidisciplinar para, «ser casi como el departamento de I+D de esas empresas, muchas veces microempresas», explica Susana Ladra, adjunta de Transferencia de la Universidade da Coruña. Desde hace tiempo, las universidades gallegas han venido reforzando su colaboración con los sectores económicos de la comunidad, parte importante de la conocida como tercera misión: «Tenemos el compromiso de, a través del conocimiento que desarrollamos, crear valor y transformar los resultados de la investigación en soluciones para la sociedad». Lo sintetiza Ángeles López Lozano, directora de la Oficina de I+D de la Universidade de Vigo. Esas soluciones llegan a través de diferentes vías, no todas centradas en la colaboración empresarial —porque también hay que dar soluciones a retos culturales o educativos, por ejemplo— pero que sí tienen una importante capacidad de tracción de la economía. Las patentes, por poner un ejemplo, tienen una relación significativa con el PIB y especialistas americanos señalan que un incremento de las patentes en un 1 % genera en el largo plazo incrementos del PIB de, como mínimo, el 0,05 %.
En los últimos cinco años, las universidades gallegas han solicitado un total de 230 patentes y casi una de cada diez solicitudes presentadas por universidades en el período comprendido entre los años 2014 y 2023 son de alguna de las tres instituciones gallegas, según los datos de la Oficina Española de Patentes y Marcas.
«Nosotros licenciamos ese conocimiento y por ejemplo, gracias a eso se están aplicando vacunas». Luis Otero González, adjunto al rector para la Transferencia de la Universidade de Santiago, que entre los años 2020 y 2024 ha cerrado 33 acuerdos de licencia. En el caso de la Universidade de Vigo, en el período de los últimos cinco años se ha utilizado este mecanismo en 15 ocasiones. En la actualidad, hay activas 41 licencias, un sistema por el que las universidades ceden la explotación de sus resultados de investigación. En el caso de la Universidade da Coruña, hay activas 36 licencias, y en los últimos cinco años se han cerrado 25 acuerdos de este tipo.
Basarse en el conocimiento
En otras ocasiones, los resultados de investigación de los grupos universitarios pueden salir directamente al mercado a través de lo que se conoce como empresas basadas en el conocimiento (EBC), constituidas o participadas por las propias universidades. En las tres universidades gallegas hay ejemplos de éxito de esta fórmula de transferencia del conocimiento, una fórmula que sigue funcionando a buen ritmo.
Según los datos proporcionados por las propias universidades, en los últimos años se han constituido más de una treintena de empresas basadas en el conocimiento, de los más diversos ámbitos. «Son empresas diferentes, que le faltan al tejido productivo, con lo que tienen una fortaleza intrínseca», remarca Otero González. Las empresas basadas en el conocimiento captan financiación externa, del ámbito tanto público como privado, y fijan inversión en Galicia. Y además, atraen personal altamente cualificado. Por poner solo un ejemplo, MestreLab, una de las firmas salidas de los resultados de investigación de la USC, tiene previsto ampliar su plantilla en los próximos años hasta los 350 trabajadores.
La USC cuenta con una cartera de 34 EBC de las que 15 se han constituido en el período 2020-2024, a las que hay que sumar las siete que se han creado en el seno de la UVigo, que cuenta con 36 empresas activas, y las doce que ha constituido la UDC, que ya trabaja en la creación de otras cinco.
Además, y como remarcaba Ladra, las universidades pueden funcionar como «aliadas estratégicas que disponen de infraestructuras de investigación y que ya tienen un bagaje», subraya López Lozano, que pone el acento en los proyectos colaborativos con las empresas —en el último lustro Vigo ha presentado 160 propuestas de estas características— y la I+D bajo contrato. En esta última modalidad, en los últimos cinco años la Universidade de Vigo ha obtenido un retorno de algo más de 33 millones de euros. La UDC se maneja en cifras semejantes, a razón de 6,5 millones de euros anuales por este tipo de contratos. Y el informe I+TC de la Conferencia de Rectores (CRUE) correspondiente al año 2021 elevaba por encima de los 17 millones el importe de la USC en contratación de I+D+i.
«Podemos ofrecer una atención próxima», destaca Susana Ladra como una de las ventajas de que el tejido productivo cuente con las universidades como aliadas estratégicas, lo que a su vez permite generar la confianza necesaria para que la colaboración entre universidades y empresas «sea real», uno de los pilares para profundizar en esa tercera misión universitaria.
«No hace falta ir a estados unidos a buscar al experto»
La directora de la Oficina de I+D viguesa lleva 30 años en la universidad y ha visto como la labor de transferencia ha ido progresando, un camino que, sin embargo, tienen que seguir transitando. Queda por hacer, y en esa labor está inmersa la Universidade da Coruña. «Creemos que cada vez se conoce más y los datos apuntan a eso». El número de cátedras con empresas en la UDC se ha duplicado en los últimos cinco años, pasando de 15 a 30. «Las empresas ya no nos ven solo como entidades formativas, reconoce Susana Ladra. Desde la universidad, sin embargo, refuerzan el mensaje de que «no hace falta ir a Estados Unidos a buscar al experto» y mantienen comunicación continua con las empresas, algo que también destaca López Lozano: «Tenemos mucha colaboración con el entorno, con el tejido productivo».
«Las universidades y la legislación tienen que ser flexibles para facilitar que las empresas puedan estar en las infraestructuras de investigación, cocreando y desarrollando conocimiento conjunto, porque ese es el futuro», sostiene por su parte Luis Otero González , que reclama que en el diseño de nuevos centros de investigación haya espacio para el sector empresarial.