Los nuevos trileros digitales

MERCADOS

Jesús Hellín | EUROPAPRESS

16 mar 2025 . Actualizado a las 16:46 h.

En las redes sociales más utilizadas prolifera descontroladamente la publicidad de aplicaciones de juego. La mayoría usan un reclamo demasiado viejo: el que no quiera ganar una buena cantidad de dinero es tonto. En los anuncios aparece gente supuestamente influyente que desliza una bola que se precipita hacia casillas siempre bien premiadas. Y así, como de la nada, en un plis plas, uno gana mil, diez mil o veinte mil euros. Nadie informa del coste de jugar, ni de los riesgos, evidentemente. Y ese mensaje, con los enormes riesgos que entraña, se cuela entre los adolescentes, tan pegados a las pantallas. Cuando iba al instituto, en plena rúa do Franco, siempre se colocaban a mediodía un grupo de trileros. Desplegaban una caja de cartón y se ponían a jugar con tres cubiletes y una bola. Siempre eran los mismos. Simplemente, algunos se hacían pasar por jugadores. Recuerdo el fajo de billetes verdes de mil pesetas y cómo los supuestos ganchos siempre ganaban cuantiosos premios para atraer a los turistas más incautos. Una mañana, vi cómo a una pareja de Granada le estafaban más de veinte mil pesetas. Porque aunque aciertes bajo qué cubilete se esconde la bola, siempre hay un último movimiento, letal como una picadura. El gancho te distrae un segundo y, zas, el organizador da el cambio sin que te enteres. Aquello formaba parte del espectáculo callejero de un mundo que ya no existe. Los trileros de O Franco eran una cuadrilla bien formada, porque con el tiempo descubrí que dos de ellos se colocaban en cada extremo de la calle para silbar si venía la policía. Cuando eso ocurría, plegaban rápidamente la mesa o tiraban la caja y salían corriendo. Siempre se colocaban al lado del callejón que comunica O Franco con la rúa do Vilar. Era su salida de emergencia, el sitio más seguro para urdir sus señuelos y esquivar a los agentes. Salvo las víctimas, muchos extranjeros, todos sabíamos que aquello era una estafa. Y lo mismo sucede ahora en los móviles, pero sin que nadie diga ni haga nada.