
Aunque a la condición de adulto en España se accede legalmente a los 18 años, la verdadera madurez se alcanza en los diferentes ámbitos de la vida a medida que vamos siendo conscientes de nuestras responsabilidades y la necesidad de tomar las riendas de nuestro propio destino. Desde el punto de vista financiero podríamos decir que nuestro acceso a la edad adulta se produjo en el momento en el que fuimos conscientes de que la consecución de los diferentes objetivos económicos dependía enteramente de nosotros, de nuestras decisiones y de nuestros compromisos.
Y entre esos compromisos de futuro, el más evidente (aunque todavía parecía lejano) fue la realidad de tomar decisiones para conseguir complementar una futura jubilación pública, de manera que no tuviéramos que afrontar una pérdida de poder adquisitivo, precisamente en el momento en el que podríamos disponer de más tiempo libre para disfrutar de la vida. Ser conscientes de esa situación y de que dependía enteramente de nuestras decisiones puede considerarse, en nuestro caso, el acceso a la edad adulta financiera.
Y el ejemplo para comprender la base social del problema de la jubilación en mi caso, Víctor, lo tenía en mi propia casa. Mi padre pertenecía a una familia de nueve hermanos; sin embargo, mis padres únicamente tuvieron dos hijos, a mi hermana y a mí; mi hermana tiene tan solo dos hijas y, en mi caso, no tengo ninguno. Este simple repaso a la evolución familiar nos sirve para ejemplificar un problema que se da en las sociedades actuales, como es la falta de un reemplazo suficiente capaz de sostener el sistema de pensiones tradicional. Recordemos, además, que la esperanza de vida es cada vez mayor y que, por lo tanto, cada vez hay menos población activa para una población jubilada cada vez mayor.
De hecho, en España contábamos a finales de abril con un total de 9,2 millones de pensionistas, de los que 6.573.707 son jubilados, según datos del Instituto Nacional de la Seguridad Social. En Galicia, el número de pensionistas asciende a 689.000, según las mismas fuentes, de los que 489.069 serían jubilados. Atendiendo a estos datos, el número de empleados por cada pensionista a nivel nacional sería de 2,32, una cifra que se reduce hasta un 1,58 en el caso de Galicia, el nivel más bajo de todo el país.
Y, si aún me quedaban dudas después de analizar mi situación familiar, la del país y la de la comunidad autónoma, el propio Estado ya lo dejó suficientemente claro en un BOE publicado en el 2006. Negro sobre blanco, el propio Estado reconocía en aquel documento que «en todos los países desarrollados se está registrando un proceso de envejecimiento de la población que, en el medio plazo, dificulta la sostenibilidad de los sistemas públicos de previsión social». Difícil decirlo de forma más clara y directa, pero aún seguía el BOE señalando que «el objeto de estos regímenes es que los individuos puedan obtener, a través del sistema público y de su plan de pensiones privado, una prestación que permita la aproximación de sus rentas al último salario percibido durante su vida laboral».
Es decir, ya en el 2006, hace casi 20 años, el Estado nos dijo que necesitábamos complementar con soluciones privadas la jubilación pública si queríamos seguir manteniendo un nivel de vida parecido al que tenemos mientras permanecemos en el mundo profesional. Y aquí sería adecuado preguntarse: ¿tiene la sociedad la información suficiente? ¿es consciente de la situación? Y, en último término, ¿ha tomado alguna medida al respecto?
Porque ese es el camino hacia la madurez financiera de la que hablamos: contar con la información suficiente para poder tomar conciencia y posteriormente, acompañado por un especialista, adoptar las decisiones más adecuadas. Es decir, coger las riendas de nuestro futuro financiero.
Pero aquí debemos apuntar la necesidad de una nueva actitud: la paciencia. Después de tener la información, ser conscientes y tomar la decisión, también es necesario ser pacientes para construir una planificación a largo plazo que aporte los resultados buscados.
Cuanto antes despertemos a esa conciencia y antes tomemos medidas, mejor podremos planificar para llevar a conseguir nuestras metas. Porque debemos tener claro que, con tiempo y un sistema de ahorro periódico, todo el mundo puede estar más cerca de conseguir su objetivo, gracias al efecto de la capitalización compuesta.
No es tan importante destinar un gran porcentaje de nuestros ingresos a ese objetivo a largo plazo como sí lo es empezar a destinar algo, aunque sea poco, lo antes posible. De esa forma, nos beneficiaremos de la capitalización compuesta y lograremos el mismo objetivo, o incluso uno mejor, con un menor esfuerzo en nuestro día a día.
Por tanto, contar con una solución privada que permita complementar la pensión pública podría decirse que está al alcance de prácticamente todos.
Sin embargo, los asesores financieros nos encontramos a menudo con el componente cultural que hace que los jóvenes vean la jubilación como algo muy lejano, de lo que «ya habrá tiempo de ocuparse». Romper con ese cliché nos permite ayudarles a comenzar cuanto antes a abordar con madurez una situación que, así, resultará mucho más llevadera, precisamente por haber comenzado con más tiempo.
Hay que recordar que jubilación viene del latín jubilare y que significa «vivir con júbilo», algo que solo podremos hacer si cogemos las riendas de nuestra vida y tomamos decisiones desde la consciencia financiera a la que se llega cuando se tiene toda la información necesaria. A partir de ahí, lo más importante es tener un buen acompañamiento profesional para la definición de la mejor estrategia para cada persona, que evolucionará en cada etapa de su vida, y la paciencia para conseguir los objetivos.