
En la actualidad, existe un consenso en que , una situación que plantea una serie de retos morales, sociales y políticos de primer orden ante los cuales hay que reaccionar
10 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Normalmente cuando se habla de desigualdad nos centramos en explicar el origen y las causas sobre la distribución de la renta, y analizamos, a continuación, qué respuestas concretas se aportan al análisis. A lo largo de la historia diversos economistas fueron matizando sus explicaciones. Así, Schumpeter analizó la desigualdad desde la perspectiva económica; Wilfredo Pareto, desde la sociología y Karl Marx, desde la filosofía. A día de hoy existe un consenso en que la desigualdad va en aumento, situación que plantea una serie de retos morales, sociales y políticos de primer orden ante los cuales los responsables de la elaboración de políticas deben reaccionar.
Desde la década de 1980 una combinación de fuerzas (globalización, nuevas tecnologías y cambios institucionales) han generado importantes efectos centrífugos en las economías avanzadas, acentuando las divisiones existentes; cerrando unas, pero abriendo brechas tanto personales como territoriales.
En este sentido, es fácil comprobar cómo distintos grupos, actores o territorios poseen o concentran activos, capacidades, talentos y conexiones políticas para poder sacar provecho de dichos cambios, beneficiándose claramente de las oportunidades económicas creadas. Sin embargo, para otros actores, dichas tendencias han supuesto un debilitamiento de sus perspectivas laborales, han suprimido sus ingresos, han exacerbado su inseguridad económica y han entrado a formar parte de círculos económicos más empobrecidos y marginados.

Los análisis en torno a la desigualdad llamaron la atención hace pocas fechas con la irrupción de los trabajos de Piketty, Milanovic, Saez y Zucman. Recientemente, un trabajo firmado por Marrero, Martínez, Palomino y Petrov, partiendo de encuestas sobre datos fiscales y administrativos de los hogares españoles, nos permiten descubrir cómo está distribuida la riqueza en las distintas comunidades autónomas españolas de régimen común; esto es, todas a excepción del País Vasco y Navarra.
Se entiende que la riqueza, como tal, es la suma de los activos (financieros y no financieros) menos los pasivos (deudas). Para ello, conceptualizamos los activos financieros como el efectivo, los depósitos, otros activos de rentas fijas, las acciones, las participaciones en fondos, los fondos de pensiones, los seguros de vida y las acciones. Entendemos que los activos no financieros hacen referencia a los inmuebles, garajes, terrenos y locales de negocios. Y, finalmente, los pasivos están relacionados con las hipotecas, deudas y préstamos al consumo. El primer resultado es que a lo largo del período 2016-2022 la evolución de la riqueza neta media española se mantuvo en torno a los 380.000 euros por hogar, con ligeras variaciones en forma de U invertida.
Desigualdades acusadas
Lo más significativo radica en observar si las zonas más ricas son efectivamente las más igualitarias o, por el contrario, donde las desigualdades son más acusadas. Para ello, tenemos en cuenta dos indicadores básicos. El primero es el coeficiente de Gini, que refleja la desigualdad en la distribución. Oscila entre 0 y 100. Si se aproxima a 100, nos encaminamos a una perfecta desigualdad. Si se aproxima a 0, tendríamos una perfecta igualdad. El segundo indicador es la ratio S-10/S-50; que recoge la desigualdad entre los extremos de la distribución; esto es, cuánto concentra el 10 % de la población frente a los otros porcentajes de los hogares. Pues bien, el primer indicador sube un punto entre los años 2017-2022 (pasando del 70,4 al 71,3); en tanto que el segundo, también se incrementa, aumentando del 8,2 % en el 2010, al 8,7 % en el 2022; subrayando en ambos casos un incremento de las desigualdades. O, dicho de otra forma, en el 2022, el 10 % de las familias que tienen mayor riqueza, acumulan casi 8,7 veces más que el conjunto del 50 % de las familias que menos tienen.
Pero, volvamos al título del artículo. ¿Qué ha sucedido en las distintas autonomías? Las respuestas verifican que existen grandes diferencias entre ellas; o sea, resultados altamente distintos. Madrid destaca por poseer los niveles más altos de riqueza media (687.000 euros por hogar), un 80 % superior a la media española (383.000 euros). A esta le siguen Baleares (477.000 euros) y Cataluña (434.000). Por otro lado, las comunidades con menor riqueza por hogar son Extremadura (228.000 euros), Canarias y Andalucía (con 250.000 cada una). Por su parte, Galicia está por debajo de la media española (325.000 euros), ocupando la octava posición.
De esta forma, la distribución de la riqueza refleja una clara diferencia entre los territorios del norte y los del sur; y el ránking apenas ha cambiado en los últimos siete años.
La clasificación de las comunidades es diferente según midamos los niveles de riqueza y las ratios de distribución de la misma que están expresados por el coeficiente de Gini. El mayor nivel de desigualdad se encuentra en las comunidades autónomas de Canarias y de Madrid, a la que le siguen Baleares y Cataluña; todas muy por encima de los promedios españoles. Galicia ocupa una posición intermedia en lo tocante a los niveles de desigualdad (69,8), un poco más baja que la media del país (71,3) y situándose entre las que tienen unos niveles de riqueza y desigualdad media.
Escudriñando un poco más y a la luz de los datos anteriores, nos preguntamos si las comunidades con mayor riqueza son más desiguales. Por una parte, Madrid, Cataluña y Baleares están entre las más ricas y también son las que muestran mayores desiguales internas. En cambio, las más pobres, poseen ratios de desigualdad más bajos (Extremadura, Castilla-Mancha y Castilla-León).
Distribución
Llama la atención cuando observamos los grados de distribución de la riqueza atendiendo a los subgrupos de los hogares. Esto es, la riqueza que concentra el 1 % de la población más rica o la que aglutina el 10 % de riqueza; al igual que presentamos el porcentaje de riqueza que posee el 50 % de la población más pobre. En el caso de las comunidades más ricas, los porcentajes que atesora el 1 % de los hogares con mayor riqueza son elevadísimos. En Madrid, los de más riqueza, concentran el 34,6 % de la misma; en Baleares, el 27,9 %; en Cataluña, el 27,5 %; y en Canarias, el 27 %. En este caso, Galicia forma parte del grupo de mayor concentración en pocas manos, al presentar una ratio del 28,6 % que contrasta con las ratios más reducidos de los territorios de su nivel de riqueza.
Lo mismo podemos afirmar sobre los datos de los que aglutinan el 10 % de la riqueza. En este caso, las principales autonomías son Canarias, Baleares, Andalucía, Asturias y Valencia. Este subgrupo aglutina tanto territorios ricos como menos ricos; pero en los mismos se subraya la existencia de una exclusiva élite económica relevante poseedora de elevados activos. En sentido contrario, los porcentajes de riqueza que concentra la población comprendida en el estrato del 50 % más pobre se localiza en Castilla-Mancha (alcanza tan solo el 10,2 % de riqueza); Castilla-León (10 %); Extremadura (9,9 %); Cantabria (9,6 %); Asturias (9 %); Aragón (8,7 %); Murcia (8,3 %) y Andalucía (8,3 %).
Distribución de Galicia
Galicia presenta una distribución de la riqueza bastante desequilibrada. Frente a la supremacía del 1 % de los hogares que concentran el 28,6 % de la riqueza y de la población que aglutina el 10 % (sin el 1 %) que aglutina el 28,1 %; o sea, la suma del 10 % de mayor riqueza concentra el 56,7 % del total; resultando que la parte más pobre (el 50 %) solo posee el 7,5 % de la riqueza.
Profundizando un poco más en la composición de la riqueza por tipo de activos, el esquema gallego es el siguiente: el 25 % está asignado a la vivienda principal; el 8,9 % a otras viviendas en propiedad; el 10,9 % a la inversión en inmuebles; el 12,7 % a los activos de negocios; el 19,5 % a las cuentas bancarias; el 18,1 % a los valores cotizados; y el 4,3 % a los seguros de vida y pensiones. Lo que significa que Galicia muestra un alto porcentaje en cuentas bancarias, en activos de negocios y en valores cotizados; muy propio de los hogares con altos niveles económicos.
Dos conclusiones finales. La desigualdad en lo tocante a la distribución de la riqueza es mucho mayor que cuando se analiza la distribución de la renta. Así, el 1 % de los hogares con mayor riqueza concentran cerca del 27 % del total, mientras que la mitad de los hogares con menor riqueza solo disponen del 7 % del total. La riqueza está desigualmente distribuida a nivel territorial; es decir, tres comunidades (Madrid, Baleares y Cataluña) exhiben un patrón de alta riqueza y también de alta desigualdad. Por el contario, otras autonomías con menor riqueza media poseen niveles reducidos de desigualdad. En consecuencia, las políticas públicas deberían tratar de corregir dicha composición, so pena que algunos queden a expensas, y en manos, de unas pocas personas, generando acciones de dumpin tributario. Buscar y aplicar unas medidas que contribuyan a una distribución más igualitaria no sería una mala idea.