
El turismo sin gastos obliga al sector hostelero y de ocio a replantearse la prestación de sus servicios a los visitantes que disfrutan de las playas, las ciudades o los atractivos culturales mientras reducen el presupuesto en restauración
21 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Todos los años, cuando el termómetro roza los 40 grados, las playas se llenan de toallas, sombrillas de colores, cubos y palas, colchonetas para los niños, balones y palas para jugar a deportes de raqueta, los más pros acarrean también sillas, tumbonas y mesas. Si el día se alarga no falta la nevera que guarda un tesoro cuidadosamente planificado: bocadillos envueltos en papel de aluminio, refrescos que se mantienen fríos a base de kilos de hielo comprado en la gasolinera más cercana y, por supuesto, que no falte la clásica tortilla de patatas.
La nevera portátil simboliza, mejor que cualquier estadística, el fenómeno del turismo sin gasto. Allí donde antes el turista se sentaba en el chiringuito a pedir una paella y su jarra de sangría, ahora abre la tapa de plástico de la nevera de la que emergen innumerables tupperwares y latas de supermercado. Para algunos, es la prueba de la crisis y de la inflación: la familia media ya no puede gastar cada día en restaurantes. Para otros, es un estilo de vida viajero, que busca independencia y ahorro. El caso es que la imagen se repite desde la costa del Sol hasta las playas gallegas, desde los lagos del interior hasta las calas de Baleares: el turista con sombrilla en una mano y nevera portátil en la otra. Y detrás de esa postal veraniega aparentemente inofensiva se esconde una de las grandes transformaciones del modelo turístico español: más visitantes que nunca, pero con hábitos de consumo que ponen en jaque a bares, restaurantes y a toda la economía del verano.
No sé ustedes, pero la sensación que he tenido este verano es que he visto menos gente en bares y restaurantes. Será por las fechas o la zona en las que me he movido, pero tengo la percepción de que la economía española atraviesa un escenario complejo, marcado por la dualidad entre la fortaleza de ciertos sectores estratégicos y las debilidades estructurales que persisten desde hace décadas. En medio, uno de los motores de la economía nacional, el turismo, que se erige como el más decisivo, especialmente en la temporada de verano, cuando millones de visitantes internacionales y nacionales recorren el país en busca de sol, cultura y experiencias.
Sin ponernos muy finos con las cifras, recuerden que el turismo representa cerca del 12 % del PIB español y ocupa más o menos el 13 % del empleo. Estas cifras colocan a España como uno de los países más dependientes de este sector en Europa, junto con Grecia y Portugal y, en general, se concentra en pocas regiones: Baleares, Canarias, Andalucía, Comunidad Valenciana y Cataluña. Durante estos últimos años, España ha recuperado plenamente, e incluso superado, los niveles de llegada de turistas previos a la pandemia. En el 2024, se registraron 94 millones de visitantes internacionales, consolidando al país como el segundo destino mundial después de Francia. Las previsiones para el 2025 apuntan a una cifra aún mayor, con un crecimiento del 3-4 % gracias a la recuperación de mercados como el británico y el alemán, y al auge de nuevos perfiles de turistas procedentes de Estados Unidos y Asia. Reino Unido sigue siendo el país del que más viajeros visitan España, con más de 17 millones de visitantes anuales, seguido por Alemania y Francia.
El turismo en España siempre ha sido sinónimo de consumo en bares, restaurantes, chiringuitos de playa y hoteles que ofrecían no solo alojamiento, sino experiencias completas. Sin embargo, en los últimos años se ha intensificado un patrón que preocupa cada vez más al sector y es el llamado «turismo sin gasto». Este concepto se refiere a aquellos visitantes que, aunque llegan a España y disfrutan de sus playas, ciudades o atractivos culturales, reducen al mínimo el desembolso en hostelería, restauración y ocio. En lugar de acudir a bares o restaurantes, compran sus provisiones en supermercados, cocinan en apartamentos turísticos y limitan su participación en actividades organizadas.
El turismo sin gasto no surge de la nada, sino de una serie de transformaciones sociales, económicas y culturales, que convergen en los últimos años, que no sé si están relacionadas del todo con la dinámica de la economía. El aumento sostenido de los precios en España, especialmente en alimentación y hostelería, ha llevado a que muchos turistas perciban que comer o cenar en un restaurante resulta caro o muy caro. Las aerolíneas de bajo coste y las plataformas de reserva han democratizado el acceso a los viajes internacionales. Hoy, volar a Mallorca, Málaga o Alicante desde Londres, Berlín o Ámsterdam puede costar menos que un trayecto nacional en tren. Esto ha permitido que perfiles con menor capacidad adquisitiva visiten España, pero también ha multiplicado los viajeros que ajustan al máximo su presupuesto durante la estancia. Las nuevas generaciones de turistas, especialmente los jóvenes, tienden a priorizar experiencias sobre consumo gastronómico. Prefieren gastar en una excursión, en entradas para un concierto o festival o en actividades de ocio antes que en restaurantes tradicionales. Además, la cultura del ahorro y del consumo responsable va calando en ciertos segmentos de la población, que consideran cocinar y organizarse de forma independiente parte de la experiencia del viaje. La proliferación de plataformas, como Airbnb, ha transformado la lógica del turismo urbano y de playa. A diferencia del hotel, que fomenta el gasto en servicios complementarios, el apartamento facilita la autosuficiencia del turista. La cocina, la nevera y la cercanía de supermercados convierten esta opción en un catalizador del turismo sin gasto.
La hostelería, que depende en gran medida del turismo estacional, se enfrenta a un cambio preocupante: cada vez más clientes, pero con un gasto por cabeza más bajo. Esto obliga a los negocios a trabajar con mayor volumen para mantener sus márgenes, lo que incrementa la presión sobre el personal y reduce la rentabilidad. El empleo temporal en hostelería depende directamente del nivel de consumo. Si el gasto por turista disminuye, los bares y restaurantes contratan menos personal o reducen las horas de trabajo. Esto genera un círculo vicioso: precarización laboral, menor calidad del servicio y dificultad para atraer y retener profesionales cualificados. Ante este escenario, el sector hostelero ha comenzado a ensayar distintas estrategias para adaptarse y mitigar los efectos del turismo sin gasto. Muchos restaurantes están apostando por ofrecer experiencias gastronómicas únicas que no pueden replicarse en un apartamento. Menús degustación, maridajes con productos locales y eventos culinarios buscan atraer a un cliente dispuesto a gastar más por una vivencia exclusiva. Y la digitalización también juega un papel clave. Aplicaciones que facilitan reservas, descuentos dinámicos o experiencias personalizadas permiten a los bares y restaurantes competir con la conveniencia de cocinar en casa. Además, se están desarrollando formatos híbridos como el delivery turístico, donde los restaurantes ofrecen menús preparados que los visitantes pueden consumir en sus apartamentos.
El fenómeno del turismo con menos gasto reabre un debate de fondo en España: ¿es preferible atraer a más turistas, aunque gasten menos, o reducir la cantidad y apostar por un perfil de mayor calidad y gasto medio? Los defensores de la cantidad argumentan que, aunque algunos gasten poco, el volumen total sigue generando riqueza y empleo. Los defensores de la calidad sostienen que la masificación degrada la experiencia turística, encarece la vida de los residentes y no genera el retorno económico esperado.
Para los que no saben lo que es una polarbox, es una nevera portátil con un marcado estilo retro?vintage, diseñada por una empresa española que, a diferencia de las neveras tradicionales, destaca por sus líneas curvas, colores pastel y detalles de diseño muy cuidados, que la convierten casi en un objeto de culto para paseos por la playa, picnic, camping o días de campo y ha sido trending topic de búsquedas de Google.
Que en Google, búsquedas de «…neveras portátiles…» y «…supermercados cerca de mí ubicación…» superen en interés a «…bares o restaurantes cerca de mi ubicación…» es un cambio de tendencia social y no solo económica y es para reflexionar sobre uno de los pilares de la economía española… de momento si no viene el veranillo de San Miguel… guarden la nevera en el trastero hasta el año que viene.