Es toda una leyenda del mundo de las finanzas. Tan legendario, como desconocido. No se prodiga en foros financieros. No se relaciona con los de su clase. No concede entrevistas y apenas hay fotos suyas. Nada de trajes confeccionados a medida. Tampoco camisas bien planchadas. Ni, por supuesto, corbatas. Ni rastro en su persona de lo que se entiende en ese universo como un aspecto impecable. Lo suyo es más bien el desaliño. No se apea de sus vaqueros desgastados. Tampoco es que se peine mucho. ¡Y qué decir de su barba! Lo apodan el Gandalf de la Bolsa. Con eso ya se lo he dicho todo.
Tan despreocupado por su aspecto, como acertado en las decisiones de inversión que ha tomado a lo largo de la vida. Tan atinadas que no faltan quienes lo comparen con Warren Buffett, otro de los dioses de ese Olimpo.
Nació en Canadá en 1956. Mide casi dos metros. Y se llama Mark Leonard.
A lo largo de su extensa carrera en los negocios, ha comprado más de 500 empresas. Poco a poco. Sin prisas, pero sin pausa. Y ha acabado creando la décima mayor compañía de Canadá. Amén de atesorar una fortuna que ronda los 3.700 millones de euros.
Constellation Software, se llama la firma que fundó en 1995, después de años olfateando la mejor inversión mientras trabajaba para otros en el complicado mundo de los fondos de capital riesgo. Antes de eso y de obtener un máster en administración de empresas, hizo de todo. Porque si algo es este Merlín de las finanzas es echado palante. Ha sido albañil. Adiestrador de perros. Y hasta sepulturero.
Lo de estudiar Ciencias en la Universidad de Guelph lo hizo a su ritmo. Siete años tardó en acabar la carrera. Claro que estudiaba y trabajaba al mismo tiempo. Y todo lo compaginaba con su pasión por los deportes. Ha practicado fútbol, rugbi y, claro está, dada su altura, baloncesto.
La compañía la echó a andar con unos 25 millones de dólares canadienses (unos 30 millones de euros) que le confiaron un grupo de antiguos clientes. Debutó en la Bolsa de Toronto en el 2006. Valía 58 millones de euros. Hoy son más de 52.000 millones.
Ahora ha decidido abandonar la primera línea de fuego. Deja la presidencia de la compañía «por motivos de salud». Seguirá, eso sí, en el consejo Fue anunciarlo, y caer la cotización en bolsa. No quieren los inversores que se vaya. Él, sin embargo, lo tiene claro: «Si tuviera que aconsejar a mi yo de 35 o 40 años sobre a dónde ir, le diría que se quede quieto», asegura. Sin duda, está satisfecho con lo que ha logrado. Como para no estarlo.