Acaba de cumplir un año al volante de Kering, el gigante del lujo propiedad de François-Henri Pinault y dueño de firmas de moda como Saint Laurent, Gucci, Balenciaga o Bottega Veneta. Y acaba también de firmar la primera gran decisión al frente de la compañía: la venta al Grupo L'Oréal de Kering Beauté, la división de perfumería y cosmética de la empresa. Cuatro mil millones de euros es el valor de ese acuerdo, que tendrá una duración de 50 años, tiempo ese durante el que L'Oréal tendrá en sus manos la exclusiva de las licencias del conglomerado fundado por François Pinault, además de pagar regalías por ellas.
Todo para sanear la colosal deuda que arrastra la compañía gala: unos 9.500 millones de euros. Que para eso es para lo que fichó François-Henri Pinault (por si no lo saben, el marido de la actriz Salma Hayek) a Luca de Meo (Milán, 1967). Para enderezar el rumbo del titán que levantó su padre.
Experiencia en esas lides no le falta al italiano. Ya lo hizo con Renault, empresa a cuyo volante se sentó en julio del 2020, después de que la rocambolesca etapa de Carlos Ghosn al frente de la compañía acabase como el rosario de la aurora.
Cuando llegó, el fabricante de coches galo atravesaba uno de los peores momentos de su historia, con unas pérdidas milmillonarias. Cierto es que no era esa una etapa de bonanza para el sector en su conjunto. Pero, esa, es otra historia que ahora no viene a cuento.
Se empleó a fondo en la tarea que le habían encomendado. Propósito que dejó bien claro desde el principio. Antes incluso de mantener el primer encuentro con la cúpula de la compañía. «No más de 12 personas en las reuniones, no más de 10 páginas en las presentaciones, respondo por WhatsApp, trabajo 65 horas y seis días por semana. Soy accesible y sonriente, pero no me hagas perder el tiempo. ¡No caigas en la trampa, bromear es mi manera de decir las cosas!», fue el mensaje que envió a su nuevo equipo. Cuando el año pasado anunció que dejaba Renault para ponerse al timón de Kering y reflotar el barco, las acciones del grupo de la automoción se desplomaron de golpe casi un 9 %. Las del gigante del lujo subieron más de un 12 %. Poco más que añadir.
Dejaba atrás una trayectoria de tres décadas en el automóvil, una pasión que despertó en él siendo aún un niño. Lo ha contado él mismo en su libro Diccionario sentimental del automóvil (Deusto). «Fue el mejor regalo de Navidad, el que cambió mi vida y el que me hizo dedicarme a esto: fue a finales de diciembre de 1973 en Abiyán [Costa de Marfil], donde mi familia se había instalado. Tenía siete años. Mi padre me propuso dar una vuelta en un Lancia Fulvia, pilotado por el gran Arnaldo Cavallari. Me faltaba la respiración de la emoción». Se había enamorado. Todo un flechazo.
Así que después de estudiar Administración de Empresas en su Milán natal se lanzó de cabeza a esa pasión. Empezó, donde terminó en esto de la automoción: en Renault. Pero trabajó también para Toyota, Volkswagen, Audi o Fiat. Y también en Seat, de la que fue presidente.
Treinta largos años después, todavía le dura el amor. Aunque haya cambiado de tercio en lo laboral. Quién sabe si para siempre. Que anda el mundo del automóvil inmerso en una de sus eras más convulsas . A De Meo, ya se lo he contado, le gusta navegar en aguas procelosas. Y ya saben que la cabra...