Y AZNAR, DE PUTIN

OPINIÓN

29 may 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

La oposición tiene ganas de jarana. Le bulle la sangre. Anda revuelta. Se le nota que está dispuesta a montar el follón, y aprovecha la menor oportunidad para montarlo. Deben ser los calores, que han venido. O la primavera, que la sangre altera. O el olor a huelga general, que excita. O la ausencia de Aznar, que parece la ausencia del profe del colegio. Faltaba el profe, y los niños se pusieron a tirarse papeles y tizas y a arrastrar los pupitres. Algo así ocurrió ayer en el Congreso. Hay que reconocer que la oposición no tiene muchas iniciativas constructivas, pero es original en la protesta. Eso de montar un pleno paralelo y decir discursos que imitan retransmisiones de fútbol todavía no se le había ocurrido a nadie. No produce ningún resultado, pero eso es lo de menos: han conseguido su minuto de gloria, han aparecido en el telediario, hoy están en los papeles. Parecían Ruiz-Mateos cuando montaba números contra Boyer. Quiero ser comprensivo con Sus Señorías. Estoy dispuesto a entender que estén celosos de que Aznar se haya ido con Putin. Me parece razonable que no se quieran rebajar a preguntar a señores ministros de segunda. Y, echando mano de la imaginación, hasta puedo intuir un «desprecio del Gobierno al Parlamento». Por palabras que no quede. Pero, lamentablemente, no puedo ayudarles a buscar la solución. Porque, si Aznar tiene que estar con Putin, y los demás en compromisos con la UE, ¿cómo podría estar al mismo tiempo en el Congreso? Es el problema del siglo; el mayor problema político que se ha planteado hasta ahora en Occidente. Por tanto, insoluble. Y, si hubiera la solución posible, sería indeseable. Porque vamos a ver: si Aznar ya le parece ahora autoritario a la oposición, ¿qué dirían de él si, además, tuviera el don de la ubicuidad?