LOGRAR una España como el queso en porciones servido en cajitas del que cada uno se lleva su ración. Eso es lo que se han propuesto algunos líderes políticos del País Vasco y de Cataluña. De Euskadi se puede esperar cualquier cosa, ya sabe todo el mundo lo que quieren ETA, PNV y EA con la ayuda de EB. Pero de Cataluña nadie esperaba que un conglomerado como Esquerra Republicana se hiciese con el poder de una forma tan contundente sin el apoyo de las urnas. La fusión en el poder PSC y de ERC es como la de Vía Digital con Canal Satélite: se trata de una absorción, una sustitución, una disolución, una frustración. Es tan fuerte que no lo ha aguantado ni Cristina Alberdi. Algo similar está pasando con el PSOE: lo que era un partido compacto, que había gobernado España durante casi tres lustros manteniendo la unidad nacional, defendiendo la Constitución tal como fue pactada, todo eso se ha convertido también en un queso en porciones cuando no en un queso de gruyere. Cada uno tira de su trozo sin pensar en los demás, cada uno hace un hueco cada vez más grande dentro de la estructura socialista sin tener en cuenta el debilitamiento a que están sometiendo la organización. Parece como si la consigna del PSOE en estos momentos fuese que cada comunidad autónoma gobernada por socialistas plantee el mayor conflicto posible de cohesión en España, que se desaten las fuerzas centrífugas, que el Gobierno del PP se vea rodeado de tensiones, que se pueda demostrar la incapacidad popular para mantener la cohesión del Estado. Todo ello con la esperanza de que en el momento de la campaña electoral Zapatero pueda aparecer como la única solución a la unidad de España, como el único partido capaz de cohesionar descohesionando, como el único capaz de comprender a todos, de dialogar con todos, de repartir las instituciones del Estado entre todos. Se presentará entonces como el candidato a la presidencia de un Gobierno que proporcionará una Agencia Tributaria a cada comunidad autónoma, una Seguridad Social para cada autonomía, porque estará bien vista la caja única. Será la insolidaridad institucionalizada (ni una gota de agua para otros, según Maragall), la ley de la selva. Quizá dentro de dos meses la mayor parte del electorado que no sea socialista incondicional ya no estará con el PSOE y se echarán en manos de un candidato a la presidencia del Gobierno que ofrezca seguridad y estabilidad a las instituciones del Estado, un candidato que no esté dispuesto a iniciar nuevas aventuras preconstitucionales. Y es que da la impresión de que algunos de los debates y propuestas que se oyen en estos días pertenecen al pasado, al último cuarto del siglo XX. Es como una vuelta atrás, como una involución, como el túnel del tiempo. Ante este panorama, parece claro que la directiva del PSOE debería reconducir su estrategia y su táctica. El ciudadano español no está preocupado por las mayores cotas de autonomía, sino por las mayores cotas de estabilidad, de seguridad, de poder adquisitivo, de solidaridad entre los pueblos y las regiones de España. Y todo ello lo espera conseguir con unos partidos políticos nacionales fuertes, con criterios estables, con principios claros y con actitudes decididas. El PSOE debería esforzarse por responder a este perfil.