Es posible otro modelo de televisión

| ARTURO MANEIRO |

OPINIÓN

27 ene 2004 . Actualizado a las 06:00 h.

EL CIUDADANO medio, normal, trabajador, que debe educar a sus hijos o que lo pretende, acaba preguntándose siempre si no es posible otro modelo de televisión, si no es posible una televisión que no esté hecha para los críticos o los expertos sino para los ciudadanos normales. Ya se sabe que los críticos, muy intelectuales y muy semióticos, dicen que los programas agradables, con final feliz, son rechazables porque parecen cuentos navideños, tiene moralina, moraleja, quieren enseñar a vivir sin conflictos ni infidelidades y eso no sería la vida. ¿Qué dirían de un programa del corazón en el que se mostrase la vida de los miles de matrimonios fieles, de familias felices, con hijos normales, sin intrigas, con sentido religioso? No parece ni imaginable. Sin pedir tanto, creo que existe un consenso social generalizado sobre la necesidad de otro modelo de televisión. Y no vale aquí la dialéctica televisión pública-televisión privada. En la situación actual, tanto en España como en Europa, se considera tan deplorable la televisión de iniciativa pública como la de iniciativa privada. Es más, creo que si toda la televisión fuese privada, con sólo intereses comerciales, sería monotemática, se vendería al mejor postor, lo daría todo por dinero. En cualquier caso, unas y otros defienden, sobre todo, los intereses de sus consejos de administración. Es una dinámica endiablada que pide a gritos una renovación o una refundación. Es posible otro modelo de televisión. Pero ese nuevo modelo debe ser patroneado por la televisión pública. La TV pública debe marcar la pauta. Sólo un organismo público puede llevar a cabo una programación familiar, puede apostar por nuevos productos televisivos, puede conseguir audiencia y competir con las privadas, y sin estar sometida a lo que se ha dado en llamar «tiranía de las audiencias», ni a la tiranía de los artistas, ni a las imposiciones del guión, ni a los caprichos de los autores. Para conseguir otro modelo de televisión sólo hace falta que las televisiones públicas tengan unos objetivos claros, unas finalidades bien definidas, unos programas bien pensados. Existen ejemplos de buenos programas de televisiones públicas que pueden ser calificados de calidad y servicio público que, además, han tenido respaldo de la audiencia, como es el caso de Cuéntame como pasó en TVE. Pero también hay ejemplos de productos de dudosa calidad en esa misma cadena como Pepe y Veva de reciente estreno. RTVE tiene los medios económicos y las potencialidades profesionales para llevar a cabo una programación de calidad, para lograr audiencia, para marcar la pauta. Quizás las instituciones públicas, sociales y, sobre todo, las empresariales deberían dejar de lado la polémica sobre si la financiación de esta televisión debería ser debe ser pública o privada y centrar sus esfuerzos en pedir programaciones en las que se arriesgue, en las que se experimenten nuevos estilos, formatos y espacios que realmente supongan una nueva senda para la televisión de este país.