EL SPOT o anuncio publicitario en TV parece la plaga de nuestro tiempo: es una oleada permanente, no se da acabado, nadie encuentra remedio y afecta a la totalidad de la población cuando se sienta ante el televisor. Algunos lo consideran casi como un virus informático que ataca a las emisiones de televisión e interrumpe los programas cuando menos lo esperas. Todo el mundo huye de los bloques publicitarios, zapea una y otra vez, pero el spot le sigue, persigue al espectador de cadena en cadena y acaba con la sensación de que le encadena, le amarra al sofá, de que todas las televisiones se han confabulado para que veamos el spot , asimilemos el anuncio, compremos el producto o servicio que nos ofrece. Y cuando vemos un producto muy anunciado en la tele acabamos recordando el spot , porque ésta es una vida llena de spots . Su emisión está muy regulada por las directivas europeas y las leyes españolas, aunque todas las televisiones incumplen las normas tan pronto tienen oportunidad. Sus contenidos están bastante vigilados por las variadísimas organizaciones empresariales, las instituciones públicas de autocontrol de la publicidad, asociaciones de usuarios de la comunicación y de consumidores. Y esto es así, tiene que ser así, porque nos afecta a todos los ciudadanos, porque todos somos telespectadores y todos acabamos con la sensación de que nuestra vida está llena de spots . Las cadenas de televisión que viven del spot hacen todo lo posible para que nadie abandone su visión, por eso tratan de evitar la advertencia de que llega el spot . Cadenas públicas y privadas han desarrollado una gran variedad de técnicas para que el espectador no tenga más remedio que ver el anuncio: en un informativo el último plano de una noticia enlaza directamente con el primero de los planos de un spot ; un plano cualquiera de una película cualquiera enlaza en cualquier momento con el primero de un spot ; le advierten de que va a comenzar la película o el programa después de la interrupción publicitaria, pero cuando el espectador se dispone a reanudar su atención recibe una nueva oleada de spots y promociones. A su vez, el spot tiene cada vez más apariencia de película, de reportaje o entrevista y el espectador ya no sabe si está viendo una película, un informativo o un anuncio publicitario. El spot televisivo llena la vida del espectador, por eso el spot trata de imitar esa vida. En ocasiones sirve para reafirmar actitudes: ser admirado o admirada, tener éxito con ellas o con ellos, tener más cosas y mejores que los demás, tener el mejor cuerpo, sin grasas, sin colesteroles, sin arrugas, sin vello pero con pelo, un pelo sano, y todo ello sin que cueste esfuerzo, con todas las facilidades del mundo, sin exigencias, sin esfuerzos personales. En otras ocasiones se reafirma la actitud de aquellos que aspiran a vivir tirados en un sofá atentos sólo a la tele, o reafirma las actitudes de los que son violentos, de los que discriminan por razón de sexo, porque de todo hay anuncios en esta vida llena de spots . Y sin embargo, no debe verse sólo la cara negativa; la industria del anuncio televisivo muestra la pujanza económica de un país, muestra la constante creatividad de los profesionales del ramo. Ayuda al desarrollo de la industria audiovisual de un pueblo, porque permite la existencia de empresas de televisión que, a su vez, promueven la realización de programas, productos audiovisuales para los que se emplea mucha mano de obra, cualificada o no. Quizás en esta vida llena de spots sea necesario pedir a los creativos, a los realizadores y anunciantes que empleen más energía en no promover actitudes antisociales, que es posible hacer spots eficaces, que los entiendan todos los espectadores y al mismo tiempo pueden ayudar a lograr una sociedad más solidaria con el prójimo. Algunos anunciantes lo hacen.