ES RAZONABLE que España haya liderado esta semana el consenso europeo (en el comité de Latinoamérica de la UE) para suspender las sanciones diplomáticas impuestas a Cuba. Es una posición que se corresponde con la tradicional política exterior española (franquismo incluido) y que tiene una argumentación profunda en el mismo concepto del espacio iberoamericano que nos es común. La decisión final la tomarán los ministros de Exteriores a finales de enero y se volverá a estudiar en junio, cuando la UE revise su posición de 1996 sobre Cuba. Esperemos que, entre tanto, Miguel Ángel Moratinos no se empeñe en querer presentarle esta actitud a Condoleeza Rice como una prueba de la amistad de España con EE.?UU. y su inefable Administración Bush. La Rice le prestaría aun menos atención que Colin Powell hace unos días en Bruselas cuando, en diez minutos, repasaron la agenda internacional. La suspensión de las sanciones europeas implicará que los 25 países de la UE reanuden sus visitas al máximo nivel a Cuba y que tomen parte en actos preferentemente culturales en la isla. Por lo demás, se ha buscado una salida equilibrada para el espinoso asunto de la relación con los disidentes: éstos no serán invitados a las fiestas nacionales que se organicen en las distintas embajadas, pero, para compensar, tampoco serán invitados representantes del Gobierno. Los expertos europeos del comité de Latinoamérica (Colat) han asumido la tesis española de que las sanciones adoptadas tras la detención y encarcelamiento de 73 disidentes no han servido para encaminar a Castro por la senda democrática ni para mejorar la vida de los cubanos, y creen necesaria «una posición más pragmática» que permita resultados a corto plazo, también en el diálogo con la oposición cubana. Algo que EE.?UU. considera de una ingenuidad sublime y que en España el PP rechaza por las concesiones en el asunto de los disidentes, con la esperanza de que los ministros de Exteriores desechen el giro en enero. Discrepancias lógicas. Porque es muy difícil favorecer a Cuba sin beneficiar a Castro. Con sanciones y sin ellas. Éste es el problema.