Decidida política exterior

| PABLO GONZÁLEZ MARIÑAS |

OPINIÓN

RINCÓN DEL VIENTO

30 mar 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

LA POLÍTICA exterior del presidente Zapatero es motejada con frecuencia de errática. Las últimas decisiones sobre la relación con Iberoamérica han de mover, sin embargo, a reflexión. A la anunciada visita de los Reyes a Cuba se suman ahora nuevas actuaciones de cierta espectacularidad. De una parte, la declaración de Ciudad Guyana efectuada mano a mano con los presidentes de Brasil, Colombia y Venezuela, en la que se defendió el multilateralismo y se definió el hambre como «el arma de destrucción masiva más poderosa del mundo». Y, de otra, los acuerdos con Venezuela, tanto en el sector petrolífero como para la venta de ocho buques militares, tres civiles y doce aviones de transporte y de patrulla marítima, por un importe de 1.300 millones de euros. Todo ello, eso sí, con la inquietante figura de Chávez al fondo, tenido en EE. UU. por peligroso «de-sestabilizador» de la zona. Se comprende que Estados Unidos, tras la nunca bien asimilada retirada de las tropas españolas de Irak, muestre ahora redoblada preocupación por este sesgo de nuestra política exterior. Y se entiende también la discrepancia del PP cuando, por boca de Mariano Rajoy, califica todo esto de «error descomunal». Lo que en cambio no resulta adecuado es seguir considerando errática esta política. Zapatero pone confianza en la capacidad de influencia de España sobre Latinoamérica y, en especial, sobre Venezuela. Y, aún procurando no desairar abiertamente a EE. UU, actúa con cierta libertad arrogante, que le permite, entre otras cosas, elevar de forma notable la cuota de producción de petróleo de Repsol YPF y firmar el más importante contrato militar de la historia española, que dará trabajo al complejo sector aeronáutico y a unos astilleros depauperados. ¿Un error?, ¿alto riesgo?, quién sabe. Pero no despiste y contradicción.