
CUANDO en una reunión alguien recuerda con aires filosóficos la sesuda sentencia de que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita, se produce un silencio aseverativo de los contertulios, no sin que en ocasiones se escape por parte de alguno un exabrupto crítico, ampliamente denostado por el resto. Esa es la filosofía moral razonablemente aceptada, aunque la realidad sea que nadie desdeña un momio -trabajo o negocio en el que se obtiene mucho beneficio con poco esfuerzo en relación con la cantidad arriesgada y que el jugador puede obtener si tiene suerte-, y eso es lo que promete y se espera del sorteo de la lotería de Navidad del próximo jueves: ganar mucho invirtiendo poco. Y no sólo no se desdeña el momio sino que año tras año, de forma mayoritaria, participamos del rito del juego de la lotería, que siempre acaba tocando a lejanos. Con la lotería y la esperanza de hacernos ricos nos embarcamos de forma animosa en un viaje hacia la utopía del «¡esta vez sí nos va a tocar!», aunque sea necesario que desde arriba se nos eche una manita, tal y como comprendía y aceptaba Tomás de Aquino cuando justificaba la intervención divina repartiendo suertes, siempre que se trate de necesidades imperiosas y se actuase con la debida reverencia. Comprendiendo, eso sí, con vena solidaria, que si esta vez no está de tocar, al menos que el premio sea justo, es decir, que esté muy repartido o toque en zona de desgracias. Así las cosas, desde la esperanza vacía con que reiteramos año tras año el «esta vez sí, esta vez nos toca», resulta que, o bien no nos importa el ser más felices, o tenemos muchas necesidades, o bien va a ser que no compartimos la juiciosa sentencia del inicio (dinero no añade felicidad). Nosotros podemos -nos convencemos- ser más ricos, pues a nadie le viene mal, sin perder un ápice de felicidad, y teniendo o aspirando o creándonos nuevas necesidades, que nada se va a perder por comprar un coche nuevo, pagar la hipoteca del piso o hacerse algún viajecillo. Porque, ¿quién, con un décimo de lotería en el bolsillo, no se ha imaginado regodeándose de satisfacción el día 22? Aunque haya que haber rezado alguna que otra novena o haber hecho alguna promesa. He oído que recientemente se ha publicado un libro con el cambio que corrieron cien personas que se convirtieron de la noche a la mañana en muy ricos a causa de juegos de azar. A la vuelta de cinco años casi en su totalidad aparecían convertidos en una desgracia, pero eso a nosotros no nos va a pasar¿. Que nos toque, que seguro que seremos más felices.