COMO ES habitual, y por ello presumible, en una negociación que intenta solucionar un conflicto sangriento y vivo desde hace más de cuarenta años surgen y seguirán surgiendo a cada paso inconvenientes, órdagos y aún portazos, unos para amagar y otros de mayor calado. Inconvenientes de muchas clases, pero uno especialmente importante: y es que hay personas o grupos, tanto desde la orilla constitucional como desde la orilla del terrorismo etarra, que no quieren negociar; desgraciadamente, coinciden en que sus posiciones son inamovibles, poseídos de su verdad, de que tienen razón. De optar por tal solución, obviamente se respetarían los principios de cada uno, pero se imposibilitaría el acuerdo. Por tanto, el primer punto de encuentro del que se debe partir es que se quiere negociar, y dotar de la categoría de negociador al hasta ahora principal enemigo de la democracia, ETA. Y desde la otra parte, aceptar etiquetar a España como Estado, con el que hay que acordar a pesar de ser un Estado opresor . Y desde esa base hay que reiterar que para que una negociación llegue a buen puerto, ninguno de los contendientes puede pretender salir como único triunfador. Por tanto, hay que querer la negociación, reconocer mutuamente la categoría de contrario al otro y estar dispuesto a ceder en algo para conseguir el objetivo final del acuerdo. En ese contexto hay que situar los dos últimos atentados (si como parece son atentados terroristas) y verificar si responden a flecos etarras o forman parte del tuétano de la organización. En el primer caso, si son obra de francotiradores, el proceso debe continuar, con las advertencias que se quieran pero continuar, y si se puede, acelerarlo, transmitiendo a nuestros representantes y a la opinión pública las guías de la negociación, que probablemente no deberían separarse mucho de las siguientes: a) Reconocer las buenas intenciones de los negociadores, legalizando Batasuna, brazo político de ETA, previa renuncia a la violencia. b) Acercar los presos al País Vasco, como medida de buena voluntad (legalmente compatible). c) Indultar uno a uno a los condenados sin sangre, previa entrega de las armas y disolución de la organización. d) Aceptar la obviedad de la posibilidad de llegar a todo lo democráticamente conseguido. e) Posibilitar en un horizonte a medio plazo soluciones individuales a los condenados por delitos de sangre. Así, con pasos adelante e inevitables pasos atrás, todo parece indicar al día de hoy que el camino de la paz es tortuoso pero posible, y se entrevé una salida a la larga noche de piedra. Sólo para el caso de que los atentados respondiesen a un cambio de criterio de la banda el proceso negociador debería ser puesto en tela de juicio.