HACE UN par de años, Jesús Manzano destapó por todo lo alto lo que cualquier aficionado ya sospechaba. El ciclista madrileño reveló en el diario As que en el Kelme le cambiaban la sangre como si fuese el aceite de un coche y lo ponían hasta las orejas de anabolizantes. Manzano incluso se dejó fotografiar explicando cómo se inyectaba. El escándalo fue formidable y el Tour excluyó al Kelme. Vicente Belda, el director deportivo del equipo, acusó entonces a Manzano de mentiroso y, muy airado, replicó que las declaraciones de su pupilo le daban «asco». Belda, alicantino, un ex ciclista escalador de 52 años, es ahora el director del Comunidad Valenciana (antiguo Kelme). Su segundo se llama José Ignacio Labarta y el martes lo trincó la Guardia Civil en su domicilio de Zaragoza con un arsenal de anabolizantes. Nada más conocerse la redada, Belda declaró que se trataba de «una puñalada por la espalda contra el ciclismo». En el año 2004, Álvaro Pino entrenaba al equipo Phonak. En tres meses, tres de sus corredores fueron pillados in fraganti: Camenzind, por EPO; y Hamilton y Pérez, por transfusiones. Es cierto que pudieron doparse a espaldas del director del equipo, claro. Pero el Phonak fue excluido ese año de la liga de ciclismo Uci ProTour y poco después, el club cesó a Pino de manera confusa y discreta. Ante las barbaridades que salen ahora a la luz, Pino declara que «no hay que precipitarse, porque existe una investigación en curso». Son cautelas que chirrían cuando se han descubierto neveras atiborradas de bolsas de sangre, más de un millar de dosis de anabolizantes, EPO, hormona del crecimiento en abundancia y material clínico para realizar transfusiones. ¿Qué más indicios se necesitan para una condena frontal y rotundísima? Galicia presenta hoy en Santiago el primer equipo profesional de su historia. Se cumple un viejo e ilusionante anhelo, al que mucho ha contribuido el propio Pino, pero debe ser un ejemplo de limpieza desde la cuna. No caben ambigüedades cuando nos abochornan las neveras de la infamia. En un país donde hasta el ganador de la última Vuelta iba puesto y perdió su título, los Beldas tienen que ser desterrados ya. El «todos lo hacen» no es excusa para que se estafe al aficionado y se hagan cafradas con la salud de los ciclistas. ¿Quién puede emocionarse con las gestas de unos tramposos?