Noche de Óscar, tan previsible como el sol en California. En un mundo con más ruido y furia que nunca, ganó el silencio. Entra en la historia Meryl Streep. Ganó su tercer Óscar como réplica de Thatcher. Iguala con Ingrid Bergman y se queda a uno de Katharine Hepburn. Uno de sus premios es como actriz de reparto en Kramer contra Kramer, el primero que levantó. Era el año 79 y su segunda nominación. Ya había estado nominada por El cazador. Fue en el 82 con La decisión de Sophie cuando ganó su primera estatuilla como mejor actriz principal. El año anterior se había quedado con las ganas con La mujer del teniente francés. Vio cómo ganaba Geraldine Page. Pero es que Meryl ha visto cómo ganaban otras catorce veces, de las 17 nominaciones que suma. Lo perdió, entre tantos, por un papel muy aplaudido en Los puentes de Madison ante Susan Sarandon. Han tenido que pasar treinta años para que supere a actrices como Bette Davis, Elizabeth Taylor o Vivien Leigh, que solo tienen dos. Hay mujeres como Ava Gardner o Rita Hayworth, que no tienen ninguno. Y otras como Lauren Bacall, que solo se lo dieron honorífico. O Audrey Hepburn, con uno. O, más increíble aún, otras más livianas como Angeline Jolie, que sí tiene una estatuilla. Y es que el azar siempre influye y la Academia es tan caprichosa como la fama.