Justificar un golpe de Estado

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

05 jul 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Egipto, Egipto... Tanta historia para esto. Para haber echado del poder a un dictador y ahora vuelva su ejército al poder. Para haber estrenado una Constitución y ahora verla anulada por un golpe militar. Para tener sueños de libertad y haberlos visto arrebatados por un político que engañó en las elecciones. Para pensar que la primavera de la plaza Tajrir iba a inaugurar un período de prosperidad y ahora encontrarse en la más absoluta pobreza. Para acostarse esta noche y no saber si será una noche de cuchillos largos. Y para que medio país vea en el golpe de Estado una forma de liberación.

Esto último es lo más triste de los últimos episodios. El ejército de Egipto se presenta como liberador y como instrumento de satisfacción a los rebeldes que se habían concentrado en esa plaza. Y cuando eso ocurre, es que ha fallado todo. Ha fallado el Gobierno, incapaz de escuchar las demandas de la multitud. Ha fallado el sistema parlamentario, incapaz de presionar al presidente para forzar el cambio. Ha fallado la Constitución, permanentemente violada. Ha fallado la Administración del régimen derrocado, que sumió al país en una pobreza todavía mayor. La revolución ha sido un fracaso.

Por esa razón el golpe de Estado se acepta como mal menor. Incluso como salvación. Así lo demuestra la reacción internacional, limitada a pedir que se restablezca el régimen democrático y se convoquen elecciones a la mayor brevedad. Es uno de los primeros golpes tras la Revolución de los Claveles que es asumido e íntimamente justificado por el resto de los gobiernos. Y es, desde luego, uno de los primeros golpes que cuenta con amplio seguimiento popular.

¡Dios, qué peligroso es esto! Si esa justificación de los espadones se presenta como solución, ¿cuántos generales estarán pensando en hacer lo mismo en otros países islámicos? Si el espadón solo necesita mostrarse en las fotos arropado por líderes de la oposición, ¿cuántos estarán calculando sus posibilidades de hacerse la misma foto? No, no es fácil asumir que el golpismo sea la solución de nada. Cuando los ejércitos asumen el poder, sienten la tentación de quedarse. Cuando se les justifica como arreglo de un conflicto político, empiezan a verse como los salvadores de la patria.

Pues eso es lo que ha comenzado a ocurrir en Egipto. Ojalá el golpe tenga el desenlace que desean los soñadores de la plaza Tajrir y los millones de personas que salieron a las calles el domingo. Ojalá no encuentren la resistencia activa de los Hermanos Musulmanes, que han prometido batalla. Mientras, expresemos nuestras reservas. Una vez que el ejército ha entrado a poner orden, la convivencia empieza a ser una convivencia vigilada. Y vigilada por las armas.