Un país de camareros

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

01 nov 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Ya han pasado varios días desde la publicación de la encuesta de población activa (EPA) y, superado el ruido inicial, se puede dejar a un lado el estéril debate de si sube o si baja para concentrarnos en el problema de fondo. Porque sí hay un problema. De empleo y de especialización productiva porque, en una síntesis extrema, lo que refleja la última EPA es un aumento del empleo temporal en las actividades turísticas detrás del que se esconde la destrucción de puestos de trabajo en todas las demás actividades y, también, la pérdida de empleo estable.

En el tercer trimestre del año el número de ocupados en los hoteles, bares y restaurantes aumentó en 94.000 personas como resultado de la mejor temporada turística en años, que se benefició de los graves problemas en países que compiten con España en este mercado. Son por lo tanto empleos de temporada, en actividades de ocio, que acaban cuando termina el verano. Esto en sí mismo no es malo. El problema está en que si descontamos estos empleos temporales de la hostelería, en el resto de actividades se perdió empleo. Y mucho: 55.000 en el sector primario, 20.000 en la industria y 10.000 en la construcción y también en muchas ramas de los servicios.

Un deterioro de la calidad del empleo en términos sectoriales al que se une otra perdida en términos de estabilidad: baja en 146.000 el número de asalariados con contrato indefinido mientras que aumenta en 169.000 el de carácter temporal.

Un país de camareros con contrato precario, ese parece ser el modelo productivo por el que se apuesta. Otra vez el turismo de sol y playa como actividad básica del país en el que el proyecto Eurovegas aparece como el estandarte de esa especialización productiva que se está diseñando para España. Y ese futuro es inaceptable. La hostelería, y el empleo en el turismo en general, son actividades muy dignas, generadoras de empleo y de riqueza y son, desde hace décadas, un sector de enorme importancia para nuestra economía. Pero no puede ser nuestro monocultivo productivo, la especialización de la quinta economía de la Unión Europea y uno de los países más desarrollados del mundo.

Por muchos motivos, que van desde la falta de viabilidad de ese modelo al empobrecimiento general que implicaría su generalización: el bajo valor añadido en estas actividades no permite soportar ni salarios altos, ni prestaciones sociales adecuadas, ni recaudación fiscal suficiente para mantener y desarrollar las políticas propias del Estado del bienestar. Es cierto que en la insoportable crisis de empleo que padecemos cualquier empleo, por precario y mal retribuido que sea, es mejor que nada. Pero eso no debe hacernos olvidar que en esta crisis y también de cómo salgamos de ella, se está definiendo un modelo económico y un modelo de relaciones laborales que van a marcar nuestra vida durante décadas.