Los intocables de UGT

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

01 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Los más famosos intocables de la historia han sido, claro está, los de Eliot Ness. Pero, por razones muy distintas, nuestros sindicatos no le han andado a la zaga durante los treinta últimos años. Según la leyenda, Eliot Ness se hizo intocable por ser valiente e incorruptible.

La condición de intocables de nuestros sindicatos se deriva sobre todo de su capacidad para tachar de enemigo de los trabajadores a todo el que ose poner en discusión sus políticas, el comportamiento de sus eternos dirigentes (19 años lleva Cándido Méndez en su puesto) o la forma irregular de administrar instituciones que mueven ingentes cantidades de dinero, de procedencia pública en su inmensa mayoría.

Fue, de hecho, esa intocabilidad la que actuó en el escandalazo de la PSV-IGS de UGT como una patente de corso (y nunca mejor dicho) para que los responsables de una estafa milmillonaria se salieran prácticamente de rositas, como si las estafas no lo fueran cuando las organiza un sindicato. Es ese mismo sindicato, la UGT, el que ahora está envuelto en dos escándalos mayúsculos: el del presunto desvío de dinero por parte de la dirección de la UGT de Andalucía, que ya le he costado el puesto a su secretario regional; y el de los ERE, que pondría de relieve una práctica de corrupción política continuada con fondos públicos por parte de la Junta andaluza y en la que también estaría implicada la UGT. Uno de los padres fundadores de Estados Unidos, James Madison, escribía a finales del siglo XVIII que «si los hombre fueran ángeles, si los ángeles gobernasen a los hombres, ningún control al Estado, externo o interno, sería necesario».

Como es obvio, lo que vale para los políticos vale para los sindicalistas, que no son otra cosa al fin y al cabo que políticos. Pero, contra esa palmaria evidencia, en España hemos acabado aceptando, por miedo a ser acusados de agentes reaccionarios, que los sindicalistas son ángeles del cielo, inmunizados contra toda tentación humana de meter la mano en el cajón.

Y así ha venido a suceder lo que hoy está a la vista de quien sencillamente quiera verlo: que, tras años y años de hacer de su capa un sayo y de manejar cifras de infarto de dinero público sin controles efectivos, la organización sindical vinculada al partido (el PSOE) que más poder ha tenido en España desde 1977 para acá, vive en medio de un huracán de corrupción. ¿Es reaccionario denunciarlo y denunciar la ley del silencio que ha hecho posible este desastre?

Yo no lo creo: creo, muy por el contrario, que lo reaccionario es dejar que los sindicatos, nacidos para la protección de los trabajadores, se hundan en el mar de desprestigio al que los ha llevado la endogamia, el secretismo y una omertá nacida del miedo social a decir en alto lo que saben desde hace años cientos de miles de personas.