En el descuento, y quizá con el ánimo de redimir años de miopía, José Manuel Durão Barroso se despachó el lunes a gusto contra la supervisión a la banca española. No citó a nadie, pero su durísimo discurso tenía por destino José Luis Rodríguez Zapatero, Miguel Ángel Fernández Ordóñez y Elena Salgado. «Preguntábamos a España por las cajas y los bancos, que en los mercados suscitaban dudas, y la respuesta era que todo estaba perfecto», espetó. Disparar cuando se está en retirada no es de valientes, pero no le falta razón al portugués. Hace cinco años, Estados Unidos y varios países europeos estaban interviniendo con decisión en su sistema bancario. Aquí aún se está en ello. Y cuando se empezó, hasta se pidió perdón. Tras meterse en Caja Castilla-La Mancha (marzo del 2009), esto se oyó en el Congreso: «Esta intervención es preventiva»; «el sistema es fuerte y sólido, más que en la mayoría de los países europeos». Tan rocoso era que cajas y bancos han necesitado 108.000 millones en ayudas, según el Tribunal de Cuentas; 2.300 euros por español. Y alguno, de premio, perdiendo con las preferentes que nadie vio.