Mordiscos

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

29 jun 2014 . Actualizado a las 06:00 h.

Cuentan que un delantero uruguayo mordió el otro día a un defensa italiano durante un mundial de fútbol que se celebra en un país americano. Dicen que el jugador charrúa, conocido como el caníbal, tiende a utilizar sus prominentes incisivos para despejar el área de enemigos y apurar la victoria. En las contiendas en las que es convocado, el oriental se asoma al campo de batalla claqueteando los piños; hay quien sostiene que, con solo insinuar un colmillo, el tiburón Suárez desequilibra al rival con más eficacia que bordando una chilena. No se habla de otra cosa. El mordisco más popular y analizado de la historia, más que el que Mike Tyson le atizó al aparato auditivo de Holyfield, más incluso que el que Eva le sacudió a la manzana en el paraíso, tiene fascinado al mundo. Incluso ha obligado a intervenir al Pepe Mújica, ese anacoreta de la escena política internacional que dijo de este Aníbal Lecter del balompié: «No lo elegimos para filósofo». E hicieron bien, porque un filósofo, el mismo Schopenhauer incluido, no hubiese desencadenado esta controversia planetaria. Ha sido la dentellada más trascendental del siglo. Se ha colado en los telediarios entre el aforamiento del rey padre y la Pokémon; McDonald?s, Listerine o Trident la han convertido en incisivo argumento publicitario y hasta ha hecho mella en la diplomacia internacional al entenderse en el sur de América que la censura de la tarascada forma parte de una conspiración anglo-italiana para frustrar una victoria meridional en este simulacro de contienda bélica intercontinental que es el mundial de fútbol. El mordisco de Suárez es ya un icono pop. Como la banana de la Velvet, el escarabajo de Volkswagen o el emoticono de la bailarina flamenca. Y es también la evidencia de que el mundo necesita unos buenos braquets.