A nuncia la DGT, para estos días que vienen, millones de desplazamientos en automóvil a lo largo de unos cuantos itinerarios básicos. Después, ¿qué pasará?
Nada menos que de 1991 es la reflexión de Laín en la que explicaba la doble cara de los avances técnicos -como puede ser cualquiera de los vehículos al uso-: una cara que promete fecundidad y progresión, otra cara que encierra una indeterminada amenaza. En este orden, no hay duda en cuanto a que la automoción ha supuesto un vuelco revolucionario y positivo en la evolución socioeconómica de la humanidad. No es menos cierto que el precio ha sido la pérdida de millones de vidas a lo largo de todos los caminos. Con todo, no deja de ser gratificante que C. J. Romer, experto de la OMS, venga a decirnos que «hoy poseemos los conocimientos necesarios para dominar las situaciones peligrosas», tales como son las que se producen en el tráfico. Y esto puede ser así, pero lo será cuando los principios éticos se impongan sobre comportamientos derivados de autosuficiencias que sitúan su interés personal por encima de la ley.