Si yo fuera rico, cosa que puede ocurrir en cualquier momento en el país del mundo donde es más fácil enriquecerse, a decir de Solchaga, no me pasaría todo el día, bidi bidi dim, ni dubi dubi dubi dum, como dice la canción. No. Ni tendría todo el tiempo que me falta para rezar en la sinagoga, como también dice la canción. Si yo fuera rico, lo primero que haría sería crear una empresa offshore en Panamá, que ahora se lleva mucho. Como las crean los grandes gestores económicos del mundo, incluidos los españoles y los que ganan mucho dinero con su trabajo, partiéndose el espinazo, como doña Pilar de Borbón u Oleguer Pujol.
Si yo fuera rico, a lo que no renuncio viendo las oportunidades que se presentan cada mañana, hablaría con don Ramón, fundador de Mossack Fonseca, para que me crease una sociedad opaca, porque es absolutamente legal, según nos acaban de contar, y todo lo más que me puede pasar es que algún plumilla vengativo y resentido me saque en los periódicos, que ya sabemos que son cosas a las que la gente de bien no le otorga credibilidad.
Por eso no entiendo la que se está montando porque los poderosos tengan sociedades ocultas al otro lado del océano; es lo que haríamos todos los fogoneros si un día llegásemos a ser tan importantes y a tener tanto dinero como ellos. Porque ahora que ya conocemos que no cometemos ilegalidades, que nos dijeron que eso de que Hacienda somos todos es un mero eslogan y que España sacó a Panamá de la lista de paraísos fiscales en octubre del 2010, por arte de magia del recordado y ensalzado Zapatero, pues sabemos que no tendríamos problemas. Pero, además, en el caso de que los tuviésemos, siempre habrá un Boyer, un Solchaga o un Montoro que nos lo arregle con una amnistía fiscal.