La caída más tonta del ministro Soria

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

14 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando el ministro José Manuel Soria apareció en los papeles de Panamá, me sorprendió: el señor Soria era el ejemplo que siempre ponía Rajoy de político denunciado por corrupción y que después resultó ser inocente. La misma noche de la publicación de su nombre fue entrevistado en el programa radiofónico La Brújula y desmintió todo con tanta contundencia y convicción, que lo creí. No tenía por qué no hacerlo: no estaba en mi conocimiento ni un solo hecho, ni una sola prueba, ni un solo indicio que me llevara a pensar que el señor ministro ocultara la verdad. Lo mismo les pasó a muchos de sus compañeros de Gobierno.

A ese elemental razonamiento añadía algo que me pareció más elemental todavía: cualquier personaje público, y no digamos alguien de tanto relieve como un ministro, sabe que estar en una sociedad offshore es un hecho grave, pero, si ha sido hace veinte años, se le puede disculpar. En cambio, engañar a la opinión pública tiene un precio carísimo: el precio político más caro de todos, que es el cese, la obligación de dimitir y la expulsión deshonrosa de la vida pública. Como el ministro conoce perfectamente ese riesgo, me dije: José Manuel Soria tiene que estar diciendo la verdad; no puede arriesgarse a mentir con esa contundencia, con esa solemnidad.

Lo sigo pensando. No me entra en la cabeza que todo haya ocurrido como lo cuentan quienes tienen los papeles de Panamá. No tiene lógica que el señor Soria haya sabido una semana antes que su nombre iba a ser publicado y no haya preparado una estrategia informativa más coherente. No es normal que haya negado cualquier vínculo con la empresa UK Lines Limited, si él había firmado la aceptación de un cargo de responsabilidad en esa empresa o en una filial, que poco importa la distinción. Para ser un olvido, parece demasiado. Para ser una mentira, es demasiado burdo. Para ser una ingenuidad, es impropio de un político de tan largo y brillante recorrido.

Ahora toca esperar lo que el ministro diga en el Congreso, donde explicará su cuarta versión de los hechos a petición propia. Mientras llega ese momento, que no se sorprenda de que ya existan medios informativos que le acusan de mentir. Es decir, que, mientras esperamos a conocer su verdad, fue a caer en el pecado mayor, que es transmitir a la sociedad la sensación de un engaño y en consecuencia, arruinar su carrera política.

Me recuerda la escena que se acaba de vivir en la Audiencia Provincial de Palma, cuando el fiscal Horrach le dijo a la senadora y testigo Rita Barberá: «Es difícil de creer». Lo de José Manuel Soria, también. Con lo cual me permito aconsejarle: procure construir una historia creíble. Quedar como mentiroso es lo peor que le puede ocurrir.