Hablan las víctimas del cirujano francés que abusó de 300 niños: «Pedí los diarios, pero fui incapaz de leerlos; era pornografía dura»

Iñaki Juez MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Retrato de una de las víctimas del médico francés Joël Le Scouarnec.
Retrato de una de las víctimas del médico francés Joël Le Scouarnec. TERESA SUAREZ | EFE

El tribunal de Vannes acoge desde el lunes el juicio a Joël Le Scouarnec por sus deleznables crímenes de pederastia

25 feb 2025 . Actualizado a las 16:32 h.

«Tengo miedo». Es lo que sienten muchas de las víctimas de Joël Le Scouarnec, el cirujano francés acusado de violar y agredir sexualmente a 299 niños a lo largo de 25 años. Da igual que el médico, que cumple 15 años de prisión por delitos similares contra cuatro menores, ya no pueda hacerles nada. Muchas de ellas no pueden evitar «llorar» recordando lo que les hizo. El juicio por sus deleznables crímenes arrancó este lunes en Vannes, en el oeste de Francia. El veredicto no se conocerá hasta al menos el 6 de junio.

Marie Grimaud, abogada de 39 partes civiles, ha puesto voz a las presas de Joël Le Scouarnec, nacido el 3 de diciembre de 1950 en París dentro de una familia modesta de clase media. En declaraciones a la prensa, la letrada afirmó que sus clientes no buscan nada, que solo quieren «recuperar un poco de dignidad, humanidad y, sobre todo, consideración por parte de la justicia». El excirujano, de 74 años, se enfrenta a 111 acusaciones de violación y 189 de agresión sexual cometidas supuestamente entre 1989 y el 2014. Las víctimas eran niños (158) y niñas (141), con una edad media de 11 años. Llegó incluso a violar a un bebé. En todos los casos, abusó de su posición de poder como médico. El suyo es el mayor proceso de pedocriminalidad cometido por un solo hombre, y todo pese a que algunas de sus imputaciones han quedado fuera de la causa por la prescripción de los delitos.

Falta de espacio para tanta víctima

La magnitud delictiva del médico jubilado es de tal envergadura que sus múltiples víctimas, hoy ya adultas, se verán obligadas a seguir el juicio en una sala anexa ante la imposibilidad de que ocupen sus asientos en la principal por falta de espacio. Tan solo se verán cara a cara con su agresor cuando les toque el turno de declarar ante el tribunal, sin tener «el apoyo emocional» del resto de damnificados por el depredador sexual galo. Cuarenta de ellos han ejercido su derecho a dar su testimonio a puerta cerrada.

Amélie Lévêque, de 42 años, es una de las casi 300 víctimas. «Esta mañana he visto a algunas, que son amigas mías, y hemos llorado juntas. Ha sido bonito y doloroso a la vez», dijo a las puertas del juzgado. Se da la circunstancia de que muchas de ellas tenían traumas que no podían explicar desde su infancia, ya que no recordaban los abusos, cometidos bajo los efectos de la anestesia. Algunas tienen pánico a que las duerman en una sala de operaciones; hasta ahora no comprendían el motivo que había provocado esa fobia.

Únicamente fueron conscientes de los abusos cuando la Policía se puso en contacto con ellas al encontrar sus nombres en los diarios del cirujano. «Pedí leerlos yo misma porque no podía creerlo. Pero, al final, no pude hacerlo porque imaginen… era pornografía dura y yo era tan pequeña cuando ocurrió», lamenta María, casada y con hijos, que reconoció haber tenido en su adolescencia problemas para intimar con hombres debido a los actos cometidos por el doctor. «Fue en ese momento cuando recordé su mirada glacial», declaró a los investigadores. Algunas de estas personas han tenido que ser tratadas con antidepresivos tras conocerse los detalles de las violaciones que sufrieron.

Es difícil entender cómo Le Scouarnec pudo pasar desde 1980 hasta el 2017 abusando de sus pacientes con total impunidad y «cero empatía» hacia sus víctimas, según los peritos psicológicos que le trataron, sobre todo teniendo en cuenta que el tribunal de Vannes ya le había condenado en el 2005 a cuatro meses de prisión, con suspensión de pena, por posesión de pornografía infantil. El castigo que no le impidió seguir trabajando con menores de edad y abusando de ellas durante más de una década.

«Nadie quiso ver al depredador debajo de la bata»

Hasta dos compañeros dieron la voz de alarma sin ninguna consecuencia tras insinuarse a la hija pequeña de uno de ellos. «Nadie quiso ver al depredador debajo de la bata», destacó el periodista Hugo Lemonier a varios medios de comunicación galos. «Médicos agresores, violadores. Colegio de Médicos cómplice», rezaba una pancarta desplegada ante el tribunal de Vannes poco antes del inicio del juicio. Unos 30 manifestantes formaron con letras la frase «Stop a la ley del silencio».

«¿Cómo puede ser que en 30 años de carrera fuera capaz de estar tantas veces solo con niños en las salas y que nadie viera nada? Para mí es imposible», se preguntaba una de sus víctimas. Incluso su esposa, Marie France, una auxiliar de enfermería con quien tuvo tres hijos, decidió callar pese a ser consciente de las inclinaciones sexuales de su marido, según se refleja en el diario del propio Le Scouarnec. Finalmente, terminó abandonándolo tras su primera condena por posesión de pornografía infantil.

Una de las muñecas medía más de un metro

Fue necesaria la denuncia en el 2017 de un vecina suya de seis años para que salieran a la luz sus crímenes. En su domicilio, este respetado médico, especializado en cirugía digestiva y abdominal, vivía como un ermitaño con sus decenas de muñecas; una de ellas medía más de un metro. Los gendarmes se incautaron de más de 300.000 imágenes pedófilas y 650 archivos de vídeo tomados durante años, así como miles de páginas de listados y diarios en su ordenador.

Solía empezar con una indicación del lugar, por ejemplo, «En la habitación» o «En mi despacho». El cirujano anotaba escrupulosamente en sus cuadernos los nombres de sus víctimas y a menudo se refería a ellas como «mi pequeña» o «mi querida». Llegó a hacer dos listados, cuyos títulos eran «coñito» y «pollita» junto con los relatos de los abusos que les infligía bajo los efectos de la anestesia, a veces incluso en la mesa de operaciones del Hospital de Quimperlé.

Según su abogado, Maxime Tessier, «el acusado reconoce su responsabilidad en la inmensa mayoría de los hechos». «En ningún caso, Le Scouarnec pretende eludir sus responsabilidades», añadió. «Cometí actos abominables (...) Hoy soy perfectamente consciente de que estas heridas no se pueden borrar», dijo el cirujano al inicio del juicio en el que se enfrenta a una pena máxima de 20 años de prisión. Un arrepentimiento que, a todas luces, llega demasiado tarde, al igual que el de Dominique Pelicot, que organizó las violaciones en serie de su esposa Giséle.