Bertín, tú también, hijo mío

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

18 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En muchas ocasiones he narrado la perplejidad que me producen ciertos comportamientos humanos relativos a la moral. Comportamientos que resultan paradójicos y engañosos: decir una cosa y hacer la contraria. Argumentemos tal aserto con ejemplos. El alcalde nacionalista de ciudad gallega principal que educa a sus hijos en castellano. O el alto mandatario del Partido Socialista Obrero Español, gallego de Lugo, defensor a ultranza de la escuela pública, que llevaba a sus hijos a uno de los mejores colegios privados de Madrid, a casi tres mil euros la mensualidad. O el actor que encabeza varias de las manifestaciones públicas contra lo que él llama la derecha retrógrada que recorta derechos y que goza de privilegios, que cierra una planta de un hospital privado para que su mujer dé a luz con sosiego y desprivilegiadamente. O los comunistas que pretenden repartir la riqueza de todos menos la propia y que, desde su pazo señorial, se quejan de lo mal que funciona este país con Mariano Rajoy. O los que dan lecciones constantemente de ética, que llaman «imbéciles» a los que votan al PP y aprovechan cualquier resquicio de subvención pública cuando gobiernan «los suyos» para promocionar o patrocinar su obra. Por no contar a los deportistas o artistas que nos emocionan, a España entera, y luego tributan lejos de aquí. De Marc Márquez a Pedrosa, de Lorenzo a Sánchez Vicario, de Alberto Contador a Fernando Alonso, de Alejandro Sanz a Montserrat Caballé. ¿Sigo? Es suficiente.

El caso de Panamá, lejos de hacerme abjurar del párrafo anterior, me ha ratificado en mis criterios. Los dadores de lecciones, más españoles que Galdós, otra vez se han visto reflejados en estos documentos de la vergüenza. Y no porque no sean legales sus finanzas, sino porque destapan el doble discurso, la doble moral y un vulgar fariseísmo. No se puede presumir de «españolidad», doña Pilar de Borbón, y huir con los dineros para no pagar tanto como se paga en España: para eso sirven en realidad las offshore. El primer artista que conocimos fue Pedro Almodóvar, que hasta dejó de promocionar su Julieta por el disgusto. Ahí lo tienen, tan de izquierdas y español. Él, que en el 2004 pensó que el PP quería dar un golpe de Estado y que se declara defensor de «las clases débiles». Él, que dijo: «Si yo fuera un gallego analfabeto espero a Blesa -que también aparece en los papeles de Panamá- y le corto el gañote». Pero no es el peor. Peor, Imanol Arias, que con rostro de hormigón armado declaró que tenía unos «ahorros» y después de tributar aquí se los llevó al Pacífico sur. ¡Tela con Antonio Alcántara! Pero el cénit nos lo ha propiciado el macho alfa de España, el que fue símbolo de la televisión pública a diez mil euros programa, el que presume de ser español donde va -como en una canción de Julio Iglesias-, el que juega al futbolín con Pedro y Mariano, él, Bertín.

¿Tú también, hijo mío? Permítanme escribir, en el final de esta columna acre y avinagrada, entre admiraciones, un único sintagma: ¡Hipócritas!