Un acontecimiento de 1998 cambió para siempre la vida de Lenín Moreno, recién electo presidente de Ecuador. Entonces se desempeñaba como docente. Volvía a su casa. Se había parado a comprar pan. A las seis de la tarde dos delincuentes le interceptan. El asaltado entrega sus pertenencias, pero aun así uno de los rufianes le dispara a quemarropa. La bala le perfora la médula espinal. La víctima lo será para siempre: pierde la movilidad de sus piernas.
Así las cosas, Moreno se convirtió en motivador profesional. Se convirtió en agitador del voluntarismo. En promotor del sí-se-puede, que es característico de la autoayuda. A partir de una idea simple y difundida, la de que el humor ayuda a sortear las dificultades, escribió varios libros muy vendidos en su país: Teoría y práctica del humor; Ser amables es fácil, divertido y productivo; Los mejores chistes del mundo y Ríase, no sea enfermo, entre otros.
Moreno recorrió su país dictando conferencias, participando en foros, concediendo entrevistas a medios de comunicación, promoviendo los derechos de las personas en situación de discapacidad. Este activismo le granjeó una creciente popularidad. En un país que comenzaba a hartarse de los ataques de furia de Rafael Correa, Moreno ofrecía una imagen menos amarga.
Sostienen algunos analistas que casi todos los asesores de Correa coincidieron en hacerle la misma recomendación: que incorporara a Lenín Moreno -una figura progresista, hijo de un comunista- como vicepresidente. Y así ocurrió: fue vicepresidente dos veces. Mientras ocupó tan alto cargo, además de actuar como la contrafigura sonriente del gruñón Correa, Moreno fue promotor de programas a favor de las personas con discapacidad, que le granjearon reconocimiento dentro y fuera de su país.
Nunca se ha aclarado lo suficiente por qué en mayo del 2013, Moreno salió del Gobierno. Desde entonces, los rumores señalan que, siendo funcionario gubernamental, dictaba conferencias de 45 minutos, por las que las empresas le pagaban 10.000 dólares. A finales de ese mismo año, la ONU le designó Enviado Especial Sobre Discapacidad y Accesibilidad. A comienzos de octubre del 2016 fue anunciada su candidatura: renunció a la ONU y regresó a Ecuador.
Mientras fue candidato, evadió debatir con su contrincante. Se dedicó a dar mítines musicales, donde cantaba con voz segura y limpia, y hacía promesas a granel. Nunca contestó a las denuncias sobre sus conferencias. Un estudio revela que se necesitarían 80 años de ingresos petroleros para hacer realidad las promesas que hizo durante la campaña. Lenín Moreno ha inaugurado un nuevo género en el populismo contemporáneo: el de hacer promesas que no puede cumplir, pero entre canción y canción.