Cinco retos para el turismo gallego

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

28 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos terminando la estación alta del turismo: las vacaciones de verano. Y tomando como referencia las opiniones y los datos publicados, he identificado cinco retos del turismo gallego. Primero: desciende la estancia media y el gasto y con ello la rentabilidad en comparación con otras comunidades parecidas. A ello se suma la aparición temprana de ofertas a bajo coste para llenar los hoteles de las Rías Baixas que el fin del veraneo deja vacíos o semivacíos. En definitiva. Estamos instalados en el low cost. Y no es lo que más nos conviene. 

Segundo: la economía sumergida en el sector sigue siendo excesiva y lo peor es que no hay conciencia de que esta forma de proceder es contraria a los intereses de la colectividad, a la que las ventajas del turismo no llegan porque el empleo es muy precario y se evaden los mecanismos fiscales de transferencia. Se piden servicios pero no se aporta la fiscalidad debida para financiarlos.

Tercero: el sector público parece ser el único que tiene que hacerse cargo de la promoción, de las infraestructuras turísticas, de los equipamientos y hasta de subvencionar las líneas aéreas, mientras el beneficio se queda en manos de los empresarios, en su mayoría pequeños y medios.

No cabe duda que estos deberían aportar una parte del beneficio obtenido para cofinanciar los gastos indirectos citados, de lo contrario la mayoría de los ciudadanos estamos financiando el negocio y restando capacidad de gasto a los servicios sociales.

Cuarto: el estado de limpieza de instalaciones y lugares, la higiene en los servicios, y el cuidado de los entornos sigue siendo una tarea pendiente, dando una imagen incompatible con la idea de atraer un turismo de calidad.

Y la quinta: lo ocurrido en las Cíes es un síntoma de lo que puede pasar si sobre espacios sensibles, como son los naturales protegidos, proyectamos una acción promocional que no tiene en cuenta su capacidad de carga. Así fue como el antes excepcional paisaje de las Rías Baixas fue perdiendo el brillo primigenio.

Deberíamos haber aprendido. Sin citar los efectos que la avaricia puede producir en la oferta, llegando incluso a la falsificación de billetes para escaparse del control oficial del número de visitantes establecido.

Son solo cinco puntos, hay más, pero creo que estos son suficientes para ir pensando en cómo mejorar la situación si no queremos caer en un turismo masivo pero de baja calidad, precisamente lo contrario a los intereses de Galicia: crear un destino de turismo sostenible y de calidad.

No se le pueden exigir responsabilidades siempre al sector público cuando el sector privado, al menos en parte, no cumple con todos sus compromisos y su parte de responsabilidad social.